UN
DÍA DE CAMPO
A veces, en la cotidianidad más
banal podemos ver la realidad política y social de esta España en la que
vivimos, como, por ejemplo, en un día de campo.
Panorámica del lago del parque Moret, Huelva. |
Toda ciudad tiene su parque,
Madrid tiene el Retiro, Granada, la Alhambra, y Huelva tiene el Parque Moret,
el pulmón verde de una de las ciudades más contaminadas de España. Nos costó
conseguirlo, no logramos que el alcalde lo declarara zona no urbanizable hasta
los últimos años del siglo pasado, es decir, hace tan sólo unos quince años.
Luego, las obras de la adecuación en parque social y de ocio, con su lago con patos,
zonas de barbacoa, pistas de skate y kioskos se alargaron durante años. Total, que los
ciudadanos onubenses no llevan más de 8 años disfrutando de sus 24 hectáreas de
naturaleza viva, en mitad de una ciudad rodeada por un cinturón de fábricas
químicas y refinerías de petróleo. 8 años en los que las personas han
compartido momentos de felicidad en barbacoas, celebraciones de cumpleaños o,
simplemente, la euforia de la primavera. 8 años en los que hemos compartido el
amor, paseando bajo el lánguido sol de los otoños, la cultura, organizando
eventos y conciertos, en las tardes entrañables del inicio del verano y las
guitarras y las palmas por compás, al calor de las brasas de la barbacoa familiar, en las tibias mañanas del invierno onubense. 8 años tan sólo y ya el parque se nos
muere.
Competición deportiva celebrada en parque Moret |
Ayer estuve allí, en una
barbacoa a la que me invitó mi hermano. Fue extraño ver el parque tan
desangelado, sin la alegría radiante de los niños jugando a eso tan extraño que
es la vida. Según me confesó mi hermano, hacía unas semanas que los vigilantes,
limpiadores y cuidadores del parque no venían a trabajar, porque el
ayuntamiento les adeudaba varias nóminas, de modo que ya nadie se encargaba del
mantenimiento del parque. Los contenedores de basura estaban a rebosar y bolsas
de plástico y botellas campaban a sus anchas por la vastedad de todo el
territorio. Tuvimos que hacer, entre todos, una larga batida de limpieza para
adecentar la zona que ocupamos y sus alrededores. Menos mal que llevábamos
agua, porque Aguas de Huelva había cortado el suministro y las fuentes del
parque ya estaban rodeadas por caños de aguas pestilentes en los que se
arremolinaban millones de moscas y mosquitos. Nos alejamos de todas ellas,
evidentemente.
Atardecer en el parque Moret |
Según mi hermano, el lumpen comenzaba a adueñarse del lugar y
ya se habían producido dos conatos de incendio y una barca del lago ya era un
esqueleto de tizones. Estuvimos largo tiempo hablando sobre la situación del
parque. Incluso bromeé con él sobre la idea de fundar una asociación ecológica
de limpieza y mantenimiento del parque y que ésta le podría facilitar el
trabajo que, con tanta desesperación, espera encontrar algún día. Pero llegamos a
la conclusión de que nos acabarían criticando por interesados, ya que ya
existen asociaciones de tal sensibilidad que debieran encargarse de ello. Me
cortó de plano, diciéndome, mira, cuando queramos venir aquí, hacemos lo mismo
que hoy, y si no, la próxima barbacoa la hacemos en casa.
Mi hermano vive frente al
parque Moret, lo ve desde su ventana cada día. El dice que se muere de pena al
ver la agonía diaria de los árboles, pero que lo que más le apena es que
Viktor, su bebé de 9 meses, crecerá sin poder corretear por los senderos
mágicos del parque. Dice que lo habló con algunos vecinos, pocos seguramente,
ya que él es de naturaleza tímida, pero que todos opinaban que reunir a
voluntarios para mantener el parque era hacerle el trabajo gratis al
ayuntamiento, que ellos ya pagaban sus impuestos para que el consistorio les
ofreciese los servicios fundamentales y el de mantener el parque en
condiciones, lo era para el barrio. Total, que el parque sigue acumulando
suciedad y degeneración mientras la moral debate con el interés y, como
consecuencia, los niños permanecen encerrados en la habitación de la tristeza.
¿Podrán seguir jugando los niños en el parque Moret? |
Sí, a veces, en las pequeñas
cosas cotidianas, podemos ver la realidad política y social de esta España en
la que vivimos. ¿No os parece?
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