ABANDONADOS
A la Sra. Emilia la invitaron al magazine matinal. Iba a ser entrevistada
por la famosa presentadora del momento. El estudio estaba pintado de verde, de
verde ecologismo, diseñado a juego con la indumentaria campestre que lucía la
guapa presentadora. La Sra. Emilia mostraba a cámara a su perrito Fufú, con el
orgullo de una madre correspondida. El tema versaba sobre los derechos de su
pequeña criatura. Relató cómo encontró a Fufú abandonado, en la calle, desaliñado
y desnutrido, y no pudo resistirse ante su carita tierna de bebé y se lo llevó
a casa. La Sra. Emilia sabía que los animales tenían sus derechos y que
abandonarlos al peligro de las calles era una brutal crueldad. Lo que
desconocía la Sra. Emilia era que, en aquel mismo momemto, Jesús, el indigente,
estaba sentado sobre unos cartones fríos en la puerta de los grandes almacenes
aledaños a los estudios en los que ella era entrevistada. Jesús miraba hacía el
interior del comercio, con la mirada fija en la pantalla plana del televisor de
plasma que había en el escaparate y podía oír con nitidez la palabras de la
Sra. Emilia.
Una hora más tarde la Sra Emilia salía de los estudios de
televisión y se encaminaba hacía la parada de taxi más cercana. Y, en el
trayecto, se cruzó con Jesús, coincidiendo sus miradas. A Jesús le brotaron
unas lágrimas repentinas y el nudo que se le hizo en la garganta le impidió
pronunciar palabra. Tan sólo alcanzó a expresarse con dos escuetos ladridos,
que contenían una esperanza infinita.
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