HOY TODO ES FIESTA
Hoy todo es fiesta. Hoy
escribo, mientras disfruto de los acordes jazzísticos de Boney James. Hoy nada
puede salir mal. Después de la tanda de penaltis
al borde del abismo, la mano de Iker y la bota de Cesc emocionaron a toda
España. Y nos olvidamos del medicamento que ya no podremos tomar cuando
tengamos un dolor de muelas, ni del que careceremos cuando a nuestro hijo le dé
un ataque de asma. El milagro surgió anoche, en Donestk, allá por tierras
ucranianas, tan lejanas. Y es que, últimamente, son tan efímeros los momentos
de alegría, que nos aferramos a un clavo ardiendo con tal de olvidar el
sufrimiento. Lo malo es que el sufrimiento no se mitiga, se adormece el cerebro
con ilusiones vanas que, en realidad, nada influyen en nuestras vidas
cotidianas. ¿Cómo podemos ser tan memos?
Pero, ¡qué más da hoy los
problemas!, cuando nos sentimos victoriosos, con la vitola de campeones casi
coronando nuestras cabezas. Ensoñaciones estúpidas que, en un albur, se
transformará mañana en caída de bruces sobre la realidad. La mirada de nuestro
hijo asmático que se asfixia, que no puede respirar. Y, atropelladamente, lo
llevaremos como podamos a un servicio de urgencias, absolutamente abarrotado de
personas que tienen el mismo problema que tú. El gasto que pretende ahorrar el
gobierno con el medicamentazo se lo va a gastar en una peor atención sanitaria.
Es de cajón. Estos son subnormales, con perdón para los discapacitados
psíquicos. Pero es que no se puede ser más necio e inhumano.
Mientras tanto los líderes
europeos se van de paripé a Bruselas. 29 reuniones fallidas ya y nos dicen que
ésta será la vencida. ¿Tenemos que creerles? Si ya la Merkel ha dicho que para
que abra el grifo el BCE tendrá que ser por encima de su cadáver. Ya verán. El
lunes nos enseñarán un borrador sobre cómo van a invertir y de dónde van a
sacar el dinero de los 130 millones de euros que se van a destinar a la
inversión productiva, sin especificar demasiado y lo más ambiguo posible, y
nada más. De unión política, social y solidaria de Europa, nada de nada. Algo
que no les lleve demasiado tiempo, que para mí, en el fondo, han quedado para
ver el fútbol. Sí, el fútbol, esa fiesta que a los españoles nos tiene tan
emocionados ¿Nos durará la fiesta hasta el lunes?
Porque ahora lo que importa
es que el sueño nos dure. Esta alegría que, aunque ficticia, lo sé, nos da esta
sensación de ser indestructibles, como rígidas atalayas ante el panorama de
mediocridad europea. Seremos pobres en dinero, pero no renunciamos a los sueños
desbordados en el río de la vida. Quijotes descafeinados en eso de la ética y
el honor. Estamos tan necesitados de esperanzas, de sueños e ilusiones, que rogamos
al Dios Del Bosque una buena alineación y estaríamos dispuestos a sacrificar el
pan de nuestros hijos para pagar la fabulosa prima (sin riesgo) de nuestros
futbolistas, con tal de que Iker levante la copa en nuestro nombre y nos
sintamos, de ese modo, un pueblo unido en la victoria. ¡Seremos estúpidos! ¡Seremos gilipollas!
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