DEJEMOS DE SER ERIZOS
Cuando el ser humano sufre
un desengaño suele optar por la huída y, perdónenme, pero no lo entiendo.
Porque es entonces, cuando ya estamos saturados de desengaños, cuando el mundo
deja de ser un campo de pruebas de los proyectos y las ilusiones y se convierte
en el mayor y más interesante enigma qué descifrar. No me vale eso de negar al
mundo, porque éste se ha portado mal con nuestros deseos, volviéndose inhóspito
y desagradable. Saber desprenderse de ese negativo juicio sobre lo vital,
constituye para mí el ejercicio fundamental de la conciencia científica y
evolutiva. Deberíamos, por tanto, desprendernos de todo componente afectivo,
emocional, que impregne nuestras ideas. Hemos de analizar racionalmente nuestras
ideas y desmontar el mecanismo afectivo que dota de rasgos contradictorios
nuestras propias contradicciones. Se
hace necesario entonces arrancar de cuajo las convicciones que, a lo largo de
los años, han ido solidificando nuestro carácter en los conceptos de familia y
de clase, carentes del suficiente conocimiento científico de nuestras propias
pulsaciones. Es necesaria la autocrítica, añadiendo a ésta el conocimiento
riguroso acerca de los desmanes terribles que la afectividad agresiva de
nuestra estructura anímica es capaz de producir. Ya Schopenhauer nos hablaba de
esto en su teoría de los erizos. Él comparaba cada contradicción afectiva del
ser humano con las púas de este animal. Como los humanos, necesitan estar
unidos para calentarse, pero las púas hacen que se hieran entre ellos. Y si se
separan, entonces el frío de la soledad les torna huraños y les acaba
enloqueciendo. Necesitamos estar juntos, unidos, ante el reto que se no viene
encima, ¿por qué entonces no arrancarnos las púas? Porque el mal radica en la
ignorancia; no en la ignorancia de doctrinas políticas, religiosas, etc…, sino
en la ignorancia de nuestra propia condición en sus últimos reductos orgánicos
y emocionales.
No sé si algún día
conseguiremos neutralizar el odio y abolir el deslizamiento fanático de las
ideas. Porque las ideas no son distintas de las creencias. La fe ciega que nos
impide ver la intencionalidad narcisista de nuestras emociones afectivas,
impiden el progreso de la conciencia y la evolución del hombre en la
construcción de un mundo más digno, justo, honesto y humano. Henry Laborit
decía que de cien hipótesis que pasan al laboratorio sólo una o dos resultan
ser o cumplir los exigibles protocolos de certidumbre inequívoca. En las demás,
de alguna manera, se infiltraron las púas de los erizos.
No huyas, analiza tus
problemas y arráncate las púas, no quieras herir a nadie y aún menos a tu
prójimo, abandona el frío de la soledad y únete a los otros, los indignados. Juntos, entre
todos, nos calentaremos y, sin narcisismo, sin afectividad egocéntrica,
trabajaremos en el laboratorio de la ideas hasta que demos con esa hipótesis de
certeza inequívoca. Si lo logramos ya no tendremos que huir más, ni tan
siquiera correr o recorrer el mundo, pues podremos volar sobre él.
Joder!! estoy deseando acabar los exámenes para leerme tu blog!! jeje
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