¿POR QUÉ TANTO ODIO?
La gran batalla la ganamos
al nacer y todo lo que viene después son pérdidas. Aunque olvidamos pronto el
milagro del asombro de la existencia y nos embarramos, sin darnos cuenta, en la desidia y la ignorancia. En unos años tan sólo ya ni recordamos qué emociones
desbordadas recorrieron nuestros sentidos al ver por primera vez un amanecer o
las olas del mar. Y lo que nos acaba diferenciando a los unos de los otros es
cómo afrontamos la decepción. Creo que algunos de nosotros nos esforzamos en
comprender, a través del conocimiento y la cultura, que nada es eternamente
perdurable y, de este modo, nos preparamos para afrontar nuestra finitud con la
máxima dignidad posible. Pero otros, en cambio, se obstinan en vencer al propio
discurrir de la vida y que, inexorablemente, nos lleva a ese mar muerte del que
nos hablaba Jorge Manrique en las coplas a su padre. Y estos, normalmente,
acaban entrando en un bucle de amargura que les condena a odiarlo todo,
empujándoles tanto odio acumulado a la exacerbación de la violencia
descontrolada. ¡Qué pena me dan! Nunca podrán ser felices, nunca estarán
contentos por nada, porque no importa la engañosa conquista que hayan creído
conseguir, ellos siempre querrán más y nada les será suficiente.
Pensaréis que os hablo de
los poderosos que desean esclavizar a los sencillos, a los humildes ciudadanos
como nosotros. Y es cierto que esos miserables representan dicho papel en la
tragicomedia humana, pero no pretendo hablaros de ellos. ¿Para qué hacerlo,
siendo tan evidente? Esta vez mi interés estriba en los llamados trolls en el
mundo virtual, sean de la ideología que sean, y que se dedican a insultar a
todo ser viviente que navega por la red. También quiero referirme a los que en
foros y asambleas se dedican a incitar a la violencia y a deslegitimar, tachando
de cobardes e incluso de nazi, a todo aquel que se defina pacifista. “El
pacifismo es el principio del fascismo”, llegó a contestarme un descerebrado de
esos. En la mayoría de ellos no veo más que complejos absurdos de superioridad,
lo que les lleva a insultar a quién los supera intelectualmente, debido
generalmente a la negación de sus propias limitaciones e ignorancia. Quieren arreglarlo todo a
palos, metiendo fuego, cortando gargantas o amenazando, parapetados tras un
avatar ficticio, con un alias falso, desde la lejanía de la pantalla de su
ordenador. ¿Y nos llaman cobardes a nosotros? Se creen tocados por la divinidad
y reclaman sus derechos cuando, en realidad, jamás han dado un palo al agua
para merecerlos, salvo gritar estupideces y sembrar el odio en la cosecha
humana. Además, suelen confundir conceptos, ciegos por el fanatismo que
abanderan. Para muchos de ellos asesinar a quien reclama paz no es más que un
acto de justicia. ¡Serán mezquinos!
Hoy, un individuo de estos
que ya estuvo, hace unos meses, acosándome y amenazándome, incluso de muerte,
(para ser exactos me amenazó con matarme con un bate de beisbol con el lema
“matanazis” escrito en su superficie) ha vuelto a aparecer, llamándome bazofia
y cucaracha. Así comenzó la otra vez, desembocando finalmente en las amenazas. Así
llamaban, cucarachas, los utus a los tutsis, ratas llamaban los nazis a los
judíos. Siempre como primer paso la deshumanización, para no sentirse culpable
por la muerte de un ser humano. Esa es la estrategia de los genocidas.
Nunca será posible la unidad
del pueblo mientras estos individuos paranoicos vean enemigos entre sus
iguales. Ellos, fundamentalmente, tienen la culpa del rechazo social al
movimiento 15M y han roto la armonía inicial del principio. Sólo quieren
imponer sus ideas, si es necesario violentamente, y no soportan que alguien les contradiga, por mucha lógica o razón que muestre el otro en su
argumentación.
¿Cómo puede reclamar
justicia social esta gente? ¿Qué entienden ellos por justicia? ¿Insultar y
amenazar a una persona 30 años mayor que ellos es justicia? ¿Querer conseguir
el poder asesinando es justicia? ¿Y si consiguieran el poder, qué harían? ¿No te
lo has preguntado? De esa manera lo consiguió Hitler y ya conocemos la
historia. En la Rusia de los zares, en 1918, hubo canibalismo y algunos padres
llegaron a alimentarse de sus hijos. La revolución logró erradicar esa
injusticia, ¿pero de qué sirvió?, cuando 30 años después, bajo el poder de
Stalin, en el gulag de la incipiente ciudad siberiana de Tomsk, casi 5000
deportados se devoraron entre ellos, ya que fueron confinados sin alimentos, ni
ropa de abrigo. La justicia, señores, no es competente de una ideología ni de
la contraria, ni siquiera es competencia de la legislatura, porque las leyes también
pueden ser injustas. La justicia es un concepto moral, ético. Y defenderla es
lo único que nos convierte en seres humanos dignos. No es posible la justicia
si pretendemos justificarla a través de la violencia. Nunca. Jamás. Nuestra
única conquista real ha sido el milagro de la vida. Defendámosla por encima de
todas las cosas y seamos dignos de nuestra existencia.
¿Por qué no comenzamos a
aceptar que el verdadero motor del mundo es el amor? Si lo hiciéramos, qué
diferente serían las cosas.
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