META DE PLOMO
Para él todo en la vida fue aparentemente sencillo. Triunfó sin lucha en
lo que quiso. Pero tanta suerte ya le hastiaba. Así que decidió probar
aumentando su esfuerzo y encargó al artesano remendón un par de zapatos con
suelas de plomo. Con tales calzas se inscribió en el campeonato local de
atletismo. Los 100 metros
lisos fue la prueba escogida. Minutos después de la llegada del campeón, los
espectadores abucheaban con sorna al ridículo participante que, aparentemente,
no sabía ni caminar derecho. Horas después, aburridos de tanta guasa,
abandonaron el estadio y llegó la noche y las primeras luces de un nuevo día.
Cuando logró, por fin, cruzar la meta, él se sintió plenamente realizado, con
una euforia jamás vivida y sin percibir su soledad. Desde luego que ésta era la
gran meta que daba sentido a su vida, pensó.
Un gorrión vespertino lo miró desde
las alturas y le creyó perdido, como si buscase ni se sabe qué.
No hay comentarios:
Publicar un comentario