EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS
Aquella mañana el sapo se despertó eufórico y renovado. Sacó la cabeza
del lodo y miró al cielo azul, luminoso. Las libélulas revoloteaban a su
alrededor tontamente, de flor en flor. Entonces el sapo les gritó: - si
realmente buscáis ser amadas por lo que sois, ¿por qué no dejáis de aparentar ser algo distinto? El silencio posterior fue apagado por el zumbido de las
libélulas que seguían a su aire, como si el sapo no existiese.
Y el sapo volvió a hundir su cabeza en el lodo.
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