AJEDREZ
El campeón conocía de memoria cada apertura y todas sus variantes. El
sorteo le deparó un contrincante inicial fácil. Jamás, en sus anteriores
enfrentamientos, le opuso resistencia, más allá de escasos minutos. Era un
jugador anárquico, sin estrategia alguna, un puro improvisador. Pero esta vez
fue distinto, al poco de comenzar la partida el campeón se mostró abatido, los
movimientos del contrario le sorprendieron y anularon su capacidad de reacción.
Se intuía perdido.
Y sin embargo, nada fue más doloroso para él que reconocer en los ojos
de su adversario, la mágica sensación de la victoria, algo que él ya ni
recordaba.
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