EL MARRÓN DEL BICENTENARIO
¡Joder, que suerte ha tenido
el Rey! Nadie se puede alegrar de la muerte de nadie y menos de la de un amigo,
tal y como definía Don Juan Carlos al infausto Nayef bin Abdulaziz, príncipe
heredero de Arabia Saudí. Pero el favor que le ha hecho el príncipe con su
muerte a nuestro Rey es incalculable. Ahora no estará obligado a asistir a los
actos del bicentenario del Tribunal Supremo y
se salvará de hacerse la foto con el mayor exponente de la corrupción
judicial en España, el choricero Dívar, presidente del CGPJ y del TS, y 4ª
autoridad del Estado, como gustaba definirse a sí mismo. Por esta vez se ha
salvado de la quema, aunque aún siente el calor de la hoguera. No está bien
pasearse públicamente ante un espejo tan clarificador, pensará y respirará
aliviado ante su excusa de fuerza mayor. Además, en el desierto no existen
elefantes y se siente protegido por la seguridad saudí.
El marrón se lo comerá su
hijo, que ya ha de ir aprendiendo a sortear tales lides. Veremos cómo actúa
ante las cámaras. ¿Le dará la mano a Dívar?, ¿le abrazará?, ¿le pedirá su
dimisión para contentar al pueblo, en un acto más de esta representación esperpéntica
que es España? Seguramente haga ambas cosas y en posteriores declaraciones
hable de lo agradecido que está de la gestión de Dívar en el pasado, pero que
su tiempo dedicado al “bien social” ya debe terminar. Así, con elegancia y
diplomacia, como se le exige a un futuro rey. En el mundo depredador no existe
la piedad y, si alguien se mancha con sus propios excrementos, se le aparta y
se le encierra en una celda de aislamiento virtual. Nada existe más seguro para
mantenerse en el poder, que alejar la
secreta mierda de uno mismo de la cagadas públicas de los otros. En esto no
existe más lealtad que seguir aferrándose a los privilegios ocultos. Ya veremos
con el tiempo si el infante Felipe resulta ser alumno aventajado, tal y como lo
fue su padre, o es simplemente una figura decorativa de esta farsa del
esperpento. Los monaguillos Santamaría y Gallardón estarán a su lado,
posiblemente flanqueando la figura del príncipe, tratando así de entorpecer las
internadas por las bandas del juez. ¿Qué se apuestan?
Lo malo de toda esta
historia es que en unos meses ni nos acordaremos de ella. El impresentable de
Dívar se marchará por la puerta de atrás, procurando no hacer más ruido,
mientras se da golpes en el pecho y confiesa a su Dios de los católicos
hipócritas que su corazón sangra por los jueces sencillos (frase expresada por
él y publicada en El Mundo, entienden ahora el por qué su dios particular ha de
ser el de los hipócritas ¿verdad?) y llegará otro que hará exactamente lo
mismo. El problema en la justicia española no estriba en su máximo mandatario,
sino que es endémico en la generalidad de su cuerpo institucional.
La institución judicial,
junto con la Constitución española, es la columna vertebral de la esencia
democrática en nuestro país y está absolutamente corrompida. La malversación de
fondos probada en Dívar es costumbre en casi todos los jueces de nuestro país,
los miembros del CGPJ lo saben, pero no ven delito en ello porque se han
ocupado de que dicha malversación de fondos públicos fuese lícita, otorgándose
privilegios inmorales, a través de leyes específicas y estatutos internos. Los
jueces se blindan a sí mismos y, hoy en día, un juez no puede ser acusado de
prevaricación si no es cogido in
fraganti, aunque la fiscalía disponga de pruebas fehacientes que lo
demuestren, Desde 1997, en este país, sólo el 1,34% de los jueces acusados de
prevaricación, cohecho o malversación, han sido llevados a juicio y, de estos, tan
sólo el 0,7% han sido condenados. Algo falla, es evidente. Además los vocales y
miembros de los distintos consejos de las instituciones judiciales son
escogidos por los políticos, con lo que la separación de poderes en España es
ficticia. No basta con que dimita el señor Dívar, es necesario regenerar toda
la institución. Que dichos miembros sean escogidos electoralmente por los
propios jueces, fiscales y letrados de todo el país. Que el fiscal del Estado
sea elegido igualmente. Es necesario reescribir los estatutos de todas las
instituciones públicas y que estos obliguen a una nítida transparencia en la
gestión de los fondos públicos y en la concesión de emolumentos y prebendas. Es
necesario e imperativo democratizar la institución judicial, así como las
otras, para conseguir un país orgulloso, porque es justo, digno y éticamente
humano. Ya tanto barro acumulado en lodazal nos está impidiendo respirar a los
sencillos ciudadanos. Tenemos que limpiar tanta mierda acumulada.
Aunque mucho me temo que hoy lo único que importará a los españoles será la victoria de España en el europeo.
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