POR COJONES
Quiso entrar en el Parnaso literario, pero ninguna senda le satisfacía.
Nunca tuvo paciencia, deseaba un reconocimiento instantáneo, ser una celebridad
universal ya. Entonces, cogió la agenda telefónica y eligió al azar diversas
direcciones y envió a éstas alguna de sus autoediciones. Y repitió una y otra
vez la selección de direcciones distintas y de similares envíos. Fue cuestión
de pocos meses el que tuviera que encargar guías telefónicas a los países
fronterizos. En el suyo no quedó paisano que no dijera en algún momento: joder,
otro librito del tal Santiago.
Ahora anda perdido en las letras farragosas de una serie de guías de
pequeñas islas oceánicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario