ANATOMÍA DE LA CRISIS
¿Aquí nadie quiere pensar?, ¿sentarse y
pensar?, gritó el filósofo, desde una mesa del bar El Mundo. Nadie le escuchó.
Todos saltaban eufóricos, celebrando su buena suerte. El número de la lotería
que Antonio, el gerente, había repartido entre sus clientes, resultó ser el
ganador del primer premio. Eran muchos a repartir, eso es verdad, pero a quién
amarga un dulce entre tanto menú de amargura diaria. Si usted quiere pensar
piense, pero deje de gritar y aguar la fiesta de mis clientes, le objetó en
plena cara el dueño de aquel bar. Volvió a sentarse en silencio y, resignado,
reanudó la lectura del periódico, como quién hunde sus ojos en un mar de tinta
embravecida, cuya marea golpea con fiereza sobre las costas de los titulares:
Mínimo histórico en las reservas de petróleo… El sistema financiero se desploma…
Un hombre asesina a otro por cincuenta euros… El gobierno legisla el despido libre,
junto a otras medidas contra la aceleración del paro… La prima de riesgo se
dispara… y el conflicto social está a punto de estallar…
Tras
cada nueva página crecía el nivel del mar y, sin embargo, nadie temía ahogarse.
Muy bueno. Como siempre
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