EL ESPERPENTO NACIONAL
Los leones no están
enjaulados, en la jaula sólo está la constitución. Ellos están pegados a la
base de sus estatuas y miran para otro lado, dando sus espaldas al hemiciclo.
Miran fijamente el horizonte y lo ven muy gris, casi cenizo, con nubarrones que
amenazan con la tormenta final, esa que lo arrasará todo y tratará de llevarse
el sol para Alemania. Sin embargo, sus cachorros, ese pueblo jocoso y
dicharachero en su mayoría, aunque mira nada ve, sólo piensa en que aún quiere mantenerse
en la fiesta, esa que las televisiones nos montan a diario. Así va el país. ¡A vivir
que son dos días! Y a esperar, a ver qué pasa. Aquí todos quisieran disfrutar
de privilegios, aunque sólo los traidores gozan de ellos, pero nadie toma la
responsabilidad de coger el toro por los cuernos, para domarlo sin violencia. ¡Qué
siga el esperpento! ¡Qué vamos a reírnos mucho! ¡Ya habrá tiempo de llorar! Y si alguien nos trata de aguar la fiesta, contándonos sus miserias y sus
embargos, pues lo barremos debajo de la alfombra para ocultarlos a la vista.
Pero la selva de cristal y
cemento en la que vivimos tiene millones y millones de guaridas, en las que se
ocultan animalillos asustados ante el poder de las alimañas. Guaridas en las
que el ansia de venganza se enquista y
la justicia se pudre sin remisión. Animalillos que comienzan a estar cansados,
hartos de tanta guasa ajena a costa de
su hambre. Animalillos que, ciegos, se pelean entre ellos, porque cofunden al similar con su depredador. Animalillos que aún no se han dado cuenta de la fuerza
de su número, de que si se unieran ninguna alimaña podría derrotarles. Animalillos
con grandes posibilidades de encauzar su futuro y el de sus generaciones, pero
que, huraños y desconfiados, permanecen aislados, cada uno frente a su caja
tonta, porque ya está bien de tanto sufrir, porque no se puede estar llorando
siempre y uno también tiene derecho a reír alguna vez.
Pues ya veis, hoy sólo quiero haceros una pregunta: ¿Cómo narices vamos a arreglar esto? Porque está claro que nos acercamos aceleradamente al precipicio del infierno y la ola del tsunami final nos empuja con violencia soterrada hacia el borde. Y si caemos, se acabará el esperpento, pero también la libertad para reír. Ya sólo podremos aspirar, nosotros y nuestros vástagos, a las amargas lágrimas de los esclavos. A ella nos están abocando nuestros políticos y lo saben, son totalmente conscientes de ello, aunque nos mientan. Pero les da igual, les importamos tanto como una mierda que flota a la deriva en el océano. Mientras ellos sigan sentados en las poltronas de los privilegios, disfrutando del espectáculo, soplando sus silbatos y ondeando banderitas al viento, son felices, como payasos ante niños.
Y a todo esto, el impresentable de Correa, el cabecilla del caso Gurtel, ayer salió a la calle con 200.00 euros que su madre sacó de una cuenta de Bankia. ¡Ole sus cojones!
¿Es que nunca vamos a hacer
nada? Yo no quiero ser suicidado en ese precipicio. ¿Y usted?
Fantástico!!!
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