LO FUNDAMENTAL: LA
HONESTIDAD
Se pueden tener buenas ideas
y además es posible hallar en España a un grupo de personas lo suficientemente
cualificadas y capaces de gestionar con eficacia las ideas, desarrollarlas y
sacarnos de la encrucijada económica en la que nuestro país se encuentra. Pero
esto sólo lo conseguiremos desde el consenso pacífico y el respeto mutuo. No
creo posible que en España pueda surgir una solución al estilo islandés, porque
ellos son sólo 300.000 habitantes, frente a los casi 49 millones de habitantes
que tiene España y coordinar a todos en acciones conjuntas se me antoja
complicadísimo. Pero sí podemos escoger otro
camino del que sí tenemos un ejemplo. El camino que Correa llevó a cabo en Ecuador.
Crear un partido ciudadano que convenza a la mayoría de los ciudadanos
españoles, para que le den su apoyo mayoritario en las urnas y se rompa de una
vez esta deriva suicida, a la que nos está llevando el absurdo bipartidismo
PP-PSOE. Y después, como hizo Correa en Ecuador, cambiar las leyes para
derrocar el sistema actual y crear otro nuevo sistema democrático más justo,
igualitario y honesto, en el que la ciudadanía pueda participar directamente en
las decisiones políticas del país. Claro que para eso no sólo es necesario que
sus miembros sean inteligentes, valerosos, eficaces en su gestión, buenos
comunicadores y trabajadores incansables, sin exigir nada a cambio. Lo
esencial, lo fundamental, es que sean honestos, justos y capaces de comprender
sus propias limitaciones. No podemos querer dominarlo todo, creernos que somos
expertos economistas, por ejemplo, si nuestra faceta es la comunicación
literaria o los conocimientos jurídicos o informáticos. No, no podemos creernos
dioses capaces de controlarlo todo. A veces la vanidad y la soberbia nos ciegan
y podemos llegar a creer que el discípulo que acaba de llegar a clase sabe más
que el maestro y eso es un gran error. De esa manera, difícilmente podemos
desarrollarnos, ni crecer intelectualmente, ni mucho menos basarnos en el
sentido común (evidentemente inexistente) para proceder de forma correcta y
justa.
Por otro lado, está claro de que si actuáramos así nuestro concepto de
la justicia estaría pervertido, pues sin darnos cuenta miraríamos la justicia siempre
desde la mirilla que nos conviene y ya esa premisa es una injusticia en sí
misma. Por último, la honestidad es fundamental, sin ella no puede existir
proyecto alguno de convivencia ética. No sólo hemos de expresarnos según lo
que, ciertamente, pensamos, hemos de actuar en consecuencia a lo que expresamos.
Hemos de ser absolutamente ejemplares y si aceptamos el compromiso del servicio
público y comunitario, hemos de ser claros y concisos, sin guardar nada en el
cajón de la intimidad personal o de los secretos sectorialmente compartidos.
Por eso os exijo honestidad a todos, de palabra y de hecho, tal y como yo me la
exijo a mí mismo. Porque es la única forma de que, por fin, podamos cambiar el
sistema por otro más ecuánime, justo, y digno de nuestra existencia como seres
humanos. Estoy seguro de que la inmensa mayoría de los españoles somos
honestos, pero creo que no está mal, de vez en cuando, deciros palabras como
éstas. Por si alguna vez, alguno puede verse tentado a olvidarse de conceptos
tan fundamentales y de los que tan necesitado está el ámbito de la política en
nuestro país. No podemos cometer los mismos errores que ya, en el pasado,
cometieron otros y que también, estoy seguro, comenzaron su andadura con los
mismos buenos propósitos.
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