viernes, 13 de julio de 2012


A CONTRACORRIENTE 2

Vamos a ver, yo estoy con vosotros. La ciudadanía debe levantarse, pero todos juntos y unidos. No los mineros por un lado, los sanitarios por otro y los educadores por otro. Todos juntos, exigiendo justicia. Pero nosotros también debemos ser justos en nuestras reivindicaciones y tener un espíritu más solidario. Primero hay que exigir amparo a los desamparados, no el mantenimiento del bienestar para los que ya viven en él. Hay 1.450.000 familias en España sin recurso alguno, abandonados por todos, que no salen en los medios, ni nadie habla de ellos. Incluso cuando los vemos recoger basura de los contenedores volvemos la cara porque nos sentimos avergonzados. Pero no dudamos en jugarnos la vida por otros que si tienen cobertura mediática, que llevan décadas viviendo del carajo a costa de los demás (ya que les subvencionamos un buen sueldo) y todo porque muestran el valor ante la represión que nosotros no tenemos. Adoramos al héroe (al superhéroe americano) y nos olvidamos del que vive en la miseria y está tan famélico que ya no le quedan fuerzas ni para gritar, y sólo por la simple adrenalina de sentirnos victoriosos en la batalla. ¿Es que no lo veis? Así no ganaremos al gobierno. Nos dispersarán aún más. No seremos más que molestos corpúsculos fáciles de abatir. Si queremos ganar, debemos estar todos juntos y unidos y ser justos.

Les han subido el IRPF a los pensionistas, entre ellos a viudas que no cobran más de 400 euros, y España no se ha movido. Les han hecho pagar parte de los medicamentos a enfermos crónicos con pagas con las que no les llega para alimentarse y España no se ha movido. Han abandonado a los discapacitados a su suerte, sin cuidadores ni cuidados, y España no se ha movido. Los supermercados y comedores de la beneficencia están colapsados y, aún así, anuncian el cierre de gran parte de ellos y España no se ha movido. Sinceramente, dudo yo que si Rajoy hubiera recortado sólo las prestaciones de desempleo hubiera habido una explosión popular de indignación como la que hubo ayer. Pero es que la llegada de los mineros coincidió con el anuncio de recortar sueldo a los funcionarios y el impago de la paga extra de navidad. Y, de repente, las calles rebosan de protestas. Ayer, un colega me comentó que cada uno debe luchar por lo suyo, pero no somos conscientes de que ese concepto ya lleva implícita una connotación evidente de egoísmo que imposibilita que crezca la semilla de la solidaridad y, sin solidaridad, será improbable conseguir la unidad necesaria para crear un frente cívico con la suficiente fuerza como para derrocar al gobierno. Si aquí cada uno pelea de forma aislada por lo suyo, tal y como se está poniendo el patio, se podría encender la mecha de la discordia entre los españoles. Seríamos entonces pequeños islotes inconexos que cualquier tormenta devastara. Nunca obtendríamos la fuerza para conseguir lo que sí lograron los islandeses. Pero es que podría ser incluso peor, la discordia entre los españoles podría agudizarse y aflorarían fanatismos, veríamos aparecer las sombras de los fascismos y el peligro inminente de una guerra civil entre hermanos. Los cadáveres aflorarían sobre el asfalto de las ciudades y los abuelos verían correr la sangre de sus nietos.

Hoy, los ciudadanos españoles, estamos sufriendo un cruel ataque en toda regla para privilegiar a los que más tienen, los especuladores, los carroñeros implacables de los mercados financieros, las grandes corporaciones mercantiles y financieras, mientras nuestros gobernantes nos dan la espalda, a nosotros, los demócratas ciudadanos, ciegos por la connivencia con el lujo y el prestigio. Por eso debemos salir todos juntos y unidos y reclamarles justicia, pero el concepto de justicia es algo universal y humanista y a todos nos debe afectar por igual. Nadie debe ser más que nadie, ni nadie debe estar por encima de nadie. Hemos de crear la democracia que anhelamos, la constitución que soñamos, el nuevo sistema social y político al que aspiramos, basado en los valores éticos y morales que definamos entre todos, salvaguardando los valores solidarios, de dignificación humana, de equidad y justicia, pero hemos de hacerlo entre todos, sin diferencias que nos separen, y siendo justos y ecuánimes.

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