viernes, 30 de agosto de 2013

LA GEOGRAFÍA DE TUS OJOS

Estuvimos en la cúspide, amor, de las nevadas
y vimos el llanto de la montaña al marcharse el sol,
ansioso por incendiar otras latitudes, estuvimos
en la lluvia, golpeando la piedra milenaria, horadando
sus secretos ancestrales de amoríos y de sangre, de frío
estupor y cálida venganza. Estuvimos en el aroma del té
de azahar, en las cuevas sinuosas de La Alhambra,
observando con los ojos del halcón la fauna que se mueve
entre las vides. Estuvimos en el mar abrupto del norte,
donde las olas escupen su gélida oscuridad sobre la tierra
y el miedo tiene infinitos nombres. Fuimos enanos extranjeros
en la inmensidad de gigantes moscovitas y calentamos
nuestras manos en el fuego eterno de la revolución
(el cartel de Burguer King en caracteres cirílicos y en la calle
Arbat un oso que bailaba sin dejar de mirar al cielo).
Recorrimos la noches blancas de San Petersburgo, a lomos
de caballos negros saltamos de innumerables puentes
y encabritamos el agua mansa del Neva y hasta nos zambullimos
en la tierra para despedirnos de sus viejos trenes renqueantes.
Vimos a hombres y mujeres durmiendo bajo cero en las esquinas,
a niños harapientos tocando con sus dedos la ventanillas
tintadas de un Ferrari, mientras un cónclave de popes
coreaba alegres aleluyas por tanta bienaventuranza.
Y descubrimos en Brugge la existencia de un lago
llamado “del amor”, donde los sauces refugian cisnes
silenciosos que observan, esbeltos, su impresionante belleza
en el espejo del agua, allí las brujas entregan sus cuerpos
a la noche en aquelarres de fuego bajo la luna
y los enamorados pierden la noción del tiempo.
Estuvimos en tantos sitios, amor, pero yo en todos vi
lo mismo: el pálpito desbordado de la emoción, anclado
en la belleza misteriosa de tus ojos. En ellos, sólo en ellos
veo esa luz que me muestra el extraño paraíso que es la vida.

Del libro Renacimiento (inédito)

jueves, 29 de agosto de 2013

EL HOMBRE



El hombre ha ido acumulando columnas en sus casas,
temeroso de que el cielo se desplome sobre él, requiere
la seguridad de impenetrables fortalezas, el escudo
pedregoso que defienda su débil carne, pero la columna
es cautiva del techo que sostiene, está anclada al suelo
como un árbol de piedra y sus marmóreas cicatrices
evidencian el holgado hastío de una muerte milenaria.
¿Para qué vivir?, dirá, si aquello que sostengo me niega
las estrellas y en la rendijas de mi piel la brisa no es más
que aullido lastimero, si ya no recuerdo el tacto lacrimoso
de la lluvia, ni la frescura del rocío cuando fui alma de montaña.

El hombre almacena muros en sus casas, tabiques
que separan las estancias, ama los espacios reducidos,
sospecha de los ojos extranjeros, de la luz que muestra
su dolor y su fortuna, por eso abraza a las sombras
que lo acechan y en ellas guarda el brillo de su erario.
Pero sus muros y tabiques le impiden ver la vida
que, bajo el sol, florece en tierras ajenas a su hogar,
le imposibilitan oír el mensaje de esa lengua que serpentea
montaña abajo y se aquieta dócil sobre el vientre azul del valle,
frenan la ruta del aire, la caricia candorosa que el rostro
humano espera de sus dedos, anhelo efímero, breve parpadeo.

El hombre hará acopio de metales y extravíos, forjará cerrojos
que guarden su caudal y limiten el paso a fieras y desesperados,
rejas y cancelas que encierren diccionarios y su verbo compartir,
candados y cofres en los que guardar conceptos despojados:
rebeldía, justicia, verdad, honestidad, vida. Modelará joyas
que lo ensalcen y armas que lo defiendan de la envidia de los otros,
aquellos que atentan día a día contra su legítima ambición. Pero
el tiempo pasa y en cada batalla sus ojos niegan el asombro
de la existencia, la piedra abriéndose y exhalando un manantial,
la sonrisa del recién nacido al descubrir la luz, la misma que a él
le muestran sin pudor la ruina y el derrumbe de sus pobres ilusiones.

Tiraremos las llaves, amor, al fuego de las bandejas de bienvenida,
derruiremos los muros y las paredes, nos sentaremos
sobre los escombros y observaremos la amplitud del universo,
hasta que los párpados caigan, lentamente, seducidos por el sueño.
Y convertiremos las columnas en mástiles de velas inflamadas,
surcaremos los océanos sobre la frágil estructura de un bajel
de aire, abriremos la ventanas a la vida con la misma fuerza
de la corriente de un río subterráneo al horadar la superficie
de la tierra, nos agarraremos al amor con la indómita naturaleza
con la que la cría se aferra a los brazos de su madre y seremos
                              uno en la distancia de los otros, ajenos a su cómoda esclavitud.


Del libro Renacimiento (inédito)

sábado, 24 de agosto de 2013

TAPAOJOS DE BURRO

   La mayoría de los políticos, periodistas y escritores de prestigio de este país carecen del conocimiento pleno de la realidad social de España. Viven en su mundo particular, con sus tapaojos de burro, en pos del hedonismo y la codicia.

   
En los políticos hemos de entender esto como algo normal, aunque sea amoral, pues a ellos ha elegido el pueblo para mejorar la sociedad democrática en la que vivimos. Pero si analizamos el funcionamiento actual de la política, los múltiples asesores que les dicen qué es lo han de decir o prometer en cada momento para ampliar su índice de votos, sin tener en cuenta si lo prometido será accesible, mintiendo si fuera necesario porque lo que importa es ganar, seguir manteniendo los propios privilegios y, después, ya se verá que se puede hacer, que donde dije digo ahora digo diego. Lo verdaderamente importante para ellos es mantener o ampliar su prestigio y su capacidad de poder. Que las jóvenes becarias te bailen el agua, que el lujo sea entrañable, ya de tan cercano, que los escoltas vigilen tus espaldas, que los secretos inconfesables se petrifiquen en la oscuridad, que las puertas de la pasta gansa se abran a tu paso, que los negocios fructifiquen solos, sin apenas esfuerzo. ¿Acaso creen ustedes que, con tan desenfrenado ritmo de vida, les será posible pensar en los parados? Por las mañanas, mientras cagan en el cuarto de baño, durante una breve ráfaga de vergüenza, como un rayo que les despierta a esa otra realidad de la que han de huir con urgencia.


  En los periodistas es lógico también, aunque, y aún más si cabe por hipócritas, sea jodidamente amoral. Estos van con el cartel de independientes colgado al cuello, cuando, en realidad, la soga y el cartel es el yugo que les obliga a mantener pleitesía ideológica a quien le paga. Haciendo continuos alardes de su código deontológico se nos presentan como dignos descifradores de la verdad, cuando lo cierto es que se dedican a crear confusión, distorsionar realidades, levantar cortinas de humo, generar interesadas corrientes de opinión, falsear datos estadísticos con nuevas estadísticas sesgadas, omitir hechos incómodos, dogmatizar al pueblo en función de los intereses del grupo o partido al que se someten y, con la demagogia mas chabacana posible, hundir y vejar al enemigo de sus amigos. Y todo por la codicia de la pasta, esa que les otorga un nivel de vida imperial, y el prestigio, ese que les coloca a menudo en los debates televisivos en prime time y en los ágapes más exclusivos de la alta sociedad. ¿Acaso piensan ustedes que, tan ahítos de vanidad y adoración a quién le paga, se acuerdan de los dependientes abandonados a una lenta muerte? A media tarde, cuando, al cierre de las rotativas, deciden quitar la noticia del hallazgo de un anciano que llevaba tres días muerto en el interior de su vivienda, para colocar en su lugar un artículo sobre el Peñon de Gibraltar. Un breve amago de expiación al que acabó venciendo el miedo.



  Pero lo de los escritores si que no tiene perdón, por absurdo y sin sentido. Y nos os hablo de los descaradamente sumisos al grupo editorial de tal o cual ideología, como es el caso, por poner dos extremos, de José Manuel de Prada o Benjamín Prado, a esos los incluyo directamente en la inmoral palpable de los periodistas. Os hablo de la gran mayoría (hay excepciones, claro, pero muy pocas). Esos que sólo viven para su mundo ideal, ese en el que la vanidad y hedonismo están por encima de todas las cosas, esos a los que tan sólo les interesan las ventas y la críticas favorables de sus libros, que están todo el día en foros de escritores, leyendo revistas de literatura con la infantil ilusión de ver sus nombres plasmados en las portadas, como héroes inmensos de la notoriedad y la genialidad, en muchos casos, promocionada y marketizada desde la editorial que hace negocio con sus letras. Esos que jamás opinan sobre la actualidad social porque tienen miedo a mojarse, porque ellos se deben a su público y no es cuestión de incomodar a nadie con molestas opiniones sobre desgraciadas injusticias. Estos escritores son peores que los políticos y los periodistas de este país, porque ellos, desde su púlpito intelectual debieran tener la obligación de transmitir lucidez al pueblo y, sin embargo, se olvidan de ello a cambio de la miseria de un soborno velado (la concesión de un premio inmerecido, el marketing medido para colocar sus libros entre los diez más vendidos, la colaboración bien pagada en los medios de comunicación, etc…) y un tronito en el parnaso de las letras. ¿Acaso creen ustedes que, inflados ante el espejo de la más patética vanidad, tienen tiempo de hablar de las víctimas de esta crisis? Pues sí, no se equivoquen, éstos sí. Por las noches, entre copitas y tertulias literarias, con muy estudiadas poses falsas que les doten de un aura de seres humanos comprometidos. Mesiánicos ellos por los cuatro costados. Ya lo expresé en el primer punto del Decálogo del artista moderno: El dinero público ha de ser para el que pase hambre. El que quede después de pagar a aquellos que hablan de los que pasan hambre.

viernes, 23 de agosto de 2013

ESPAÑA: EL JARDÍN DEL ODIO


 Que la gran mayoría de defensores de la derecha de este país son seres, en cierta medida, inhumanos es indiscutible. Basta comprobar la frialdad con que legislan en temas tan sensibles como la sanidad o la dependencia para afirmarlo sin temor a errar. Porque es evidente que ni se inmutan ante la muerte de un emigrante por falta de atención médica, ni por el cruel olvido y abandono de los más vulnerables. A ellos sólo parece emocionarles el lujo y el poder. Y, en algunas, ver a los antidisturbios repartiendo leña sobre los yayoflautas. Pero… porque ellos actúan así ¿hemos de imitarlos? La catadura moral de este país está en precipitada decadencia. El todo vale se ha convertido en premisa fundamental para las distintas ideologías que compiten por el poder. Y nos olvidamos de la armonía necesaria en toda civilización democrática, para convertirnos salvajes teorizadores e instigadores del odio. Sí, compañeros de la izquierda, me siento absolutamente defraudado. No logro entender todos esos comentarios de acritud contra la accidentada Cristina Cifuentes. Una menos, llegué a leer en algún muro, ya nos queda una menos a la que colgar. ¿En qué se está convirtiendo este país? En algo vomitivo y demasiado preocupante. Ya no es el hambre y la necesidad vital lo que mueve las entrañas de los contrincantes, es el seco y gélido odio.


  Creo que necesitamos, todos, los de derechas y los de izquierdas, unas vacaciones en Siria o Egipto. Un viajecito turístico por sus calles sembradas de cadáveres, para concebir la experiencia del futuro que estamos generando. Si pudiéramos ser testigos, en pleno bombardeo químico,… si pudiéramos sentir la asfixia sin que nos afectase mortalmente y nos convirtiéramos en expectantes observadores de la muerte… si pudiéramos ver en vivo la muerte de tantos niños, sus últimos y frágiles estertores… la convulsa muerte por doquier… los aullidos dolientes de tu hermano… la temprana expiración final de tus propios hijos… otro gallo nos cantaría. Comprenderíamos el irrefrenable desenlace del odio exacerbado, ese que nosotros, aquí, sembramos ya con plena adoración, nulo raciocinio e infinita ligereza.

Esto ya es de locos, todos enfrascados en esta guerra sin reglas y sin que nadie perciba a las víctimas que van muriendo en el olvido. Y, total, ¿para qué?, si la rueda siempre a rodado igual:

Izquierda, izquierda
Derecha, derecha
Delante, detrás
Un, dos, tres...
                                  La trenca, 1976

miércoles, 21 de agosto de 2013

¡QUÉ ALEGRÍA! BAJÓ, POR FIN, EL IPC

   ¡Qué alegría! Por fin, tras años de sacrificio de todos los españoles, hemos logrado reducir el IPC. Los sacrificios en pos de la competitividad y la bajada de salarios en los curritos lo han hecho posible, es más, se ha conseguido a pesar del mantenimiento o aumento de los emolumentos de las élites. ¡Qué gran proeza! Ahora exportamos más que antes, para regocijo de multinacionales y grandes empresarios, e importamos más barato, gracias a la reducción de la prima hispanoalemana. Es cierto que el pescado no se puede oler en las casas más humildes y que el pollo y las patatas se han convertido en alimentos prohibitivos. Pero qué importancia tiene eso cuando el rico puede comprarse un Ferrari o un chalet a precios más ventajosos. Y si a usted por casualidad le tocase la lotería mañana, tendría acceso a una barrita de oro o a cualquier artículo de lujo a un precio mucho más bajo de lo que nunca pudo comprarlo ayer. Si, ahora, hasta los restaurantes de lujo, de esos que antes venían cobrando 300 euros por comensal, preparan menús a poco más de 100 euros.

   ¡Qué alegría! ¿Verdad? Porque  los grandes expertos económicos de nuestro gobierno afirman que todo esto se traducirá en poco tiempo en más puestos de trabajo. Y es lógico pensar que si al que tiene muchísimo dinero le damos más, éste lo invertirá, ¿no?, muy a pesar del hinchamiento de las cuentas suizas. ¿Para qué nos vamos a preocupar de lo que no es más que pecata minuta? Lo importante es que se mueva el negocio de las empresas, que se consuman más Lamborghinis y Rolex y Gucci y Rayban y…, sin olvidarnos de la “New Cousin”.


Colas en un comedor público español
   ¡Qué país de tontos y de pícaros! ¡Qué país de idiotas adoradores de la apariencia y el vacío mental! Y, encima, nos quieren convencer a los despiertos que ya esto comienza a remontar, que ya estamos superando la maldita crisis. Perdónenme, pero yo no les creo, a pesar de las cifras que nos ponen por delante. Yo estoy con mi suegra cuando me dice: “Yo, con la mierda de pensión que me dan (325 euros al mes) no sé qué es eso de la crisis, porque siempre viví en la pobreza y en ella viviré hasta que consiga matarme”.

sábado, 17 de agosto de 2013

LA HOMOFOBIA Y LOS PEQUEÑOS DICTADORES


En nombre de la tolerancia deberíamos
reclamar el derecho a no tolerar la intolerancia.
Karl Popper

   Los perturbados psíquicos, los fanáticos, los deficientes mentales o los niños son inaccesibles a las amenazas porque no las entienden. De esto se deduce que la hermosa atleta rusa Yelena Isinbayeba no pertenece a ninguno de estos cuatro y exclusivos grupos, ya que ayer mismo reaccionó a sus palabras homófobas, pronunciadas en la rueda de prensa posterior a la consecución del título mundial del salto de pértiga, aduciendo su limitada expresión en Inglés, idioma que, según ella, no conoce muy bien y que le indujo al erróneo mensaje. Posiblemente la verdad de todo es que Isinbayeba sea más que accesible a las amenazas, a las de su propio país si dice algo en público contrario a la política represiva de Putin con respecto a gays y lesbianas, y a las de la comunidad internacional en caso de no haber excusado luego sus palabras. O sea, que lo más probable es que ésta inconmensurable y hermosa atleta no sea más que un conejillo asustadizo cuando carece del sostén de su pértiga. Pero pensemos que Isinbasayeba no llamó anormales a los homosexuales por el temor a las represalias del gobierno ruso. Pensemos que realmente lo dijo porque, llevada por la idiosincrasia cultural y social en la que vive, comparte las ideas homófobas de su pueblo. Aún así no logro entender la reacción que sus palabras han suscitado en la comunidad progresista de nuestras hipócritas democracias occidentales (el adjetivo “hipócritas” está colocado a conciencia, pero sin ánimo peyorativo, sino como una constatación de la realidad parádojica, a mi modo de ver, y que iré exponiendo en este artículo).

   Es innegable que los continuos atentados contra los derechos humanos que se están produciendo en Rusia contra el colectivo homosexual es insostenible y que nuestras sociedades avanzadas no los pueden consentir  Y el comportamiento de las autoridades rusas, permitiendo asesinatos públicos mostrados, como escarnio, en internet, es abyecto y se hace necesario una condena rotunda de los países democráticos en la naciones unidas. Pero es que Isinbayeba no es una política del Kremlin, ni un bastardo asesino que muestra sus viles hazañas en youtube, ni siquiera es una agente de la ley que omite su obligación de salvar la vida de sus ciudadanos, sean de la condición sexual que sean. No, Isinbayeva es atleta y todos los premios y reconocimientos internacionales concedidos se los ha ganado volando por los aires con su pértiga. ¿A qué viene entonces, está demagogia estúpida, de desahuciarla de sus laureles atléticos? ¿De qué estamos hablando, de la estulticia suprema que mostramos al decir que un pintor o un escritor nunca será técnicamente bueno si profesa tal o cual ideología?  ¿No os parece este pensamiento más común en un deficiente mental, o en un fanático, o en un perturbado psíquico? ¿O es que acaso no somos más que niños en una eternamente inmadura democracia?

   Isinbayeva no ha matado a nadie, no ha cometido ningún delito, sólo ha expresado su forma de pensar o, peor aún, se ha dejado llevar por el miedo ante la pregunta/encrucijada de un malicioso periodista y ha respondido lo que en cada caso ha considerado más conveniente para su seguridad. Ahora bien, la pregunta que nos deberíamos estar haciendo ahora es: ¿en qué lado, de esta historia entre Isinbayeba y los colectivos que la critican, está realmente la intolerancia? Yo, desgraciadamente veo más intolerancia en esas personas que ya exigen, y con inusitada vehemencia, el linchamiento público de la atleta, la represión inmediata, su defenestración como campeona del mundo, título ganado a pulso con su tesón y esfuerzo diario, y la retirada del premio, en el apartado deportivo, otorgado por la fundación Príncipe de Asturias. Qué es la democracia, sino poseer la certeza segura de poder expresar tus ideas en absoluta libertad y sin posibilidad de represión. Qué es la democracia, sino respetar la ideas de los otros, sean lo peregrinas o radicales y condenables que nos parezcan; mientras sean sólo ideas y no vayan acompañadas de la consumación de algún delito, delimitado y clarificado por la constitución democrática. A ver si al final va a resultar que aquellos progresistas que tanto alardean de comportamiento democrático, en realidad, sean dictadores en potencia y ni siquiera tengan la mínima capacidad de autocrítica para ser conscientes de ello. Sí, señores, a mí también me escandalizó escuchar la frase los rusos somos normales, los chicos se casan con chicas y a las chicas nos gustan los chicos (frase literal), pero fue sólo una frase, un pensamiento que, desde luego, no enerva mi repulsa hasta el punto de desear convertirme en un represor político, ni de convertirme en un clon, contrario ideológicamente, de los rusos bastardos que asesinan a gays y lesbianas con total impunidad.

Este artículo se lo dedico a todos mis amigos
homosexuales, en especial a Chio y a Kina



viernes, 16 de agosto de 2013

NUESTRA KAFKIANA REALIDAD

 
Paul Watlawick
 Acabo de leer éste maravilloso extracto del libro Es real la realidad de Paul Watzlawick y deseo compartirlo con vosotros. Tras su lectura que cada uno saque sus conclusiones. Para mí es de una actualidad irreverente, teniendo en cuenta la era de confusión social, distorsión de la realidad y desinformación intencionada en la que vivimos.

   “Alguien debió calumniar a Joseph K., pues sin haber hecho nada censurable, una mañana fue detenido”. Así comienza la novela El proceso de Kafka. Sin embargo el proceso nunca tuvo lugar. K. no es dejado en libertad ni condenado a prisión. El tribunal nunca le dice de qué se le acusa; debería saberlo por sí mismo, y su ignorancia es una prueba más de su culpabilidad. Cuando se esfuerza por conseguir que el tribunal tome una posición clara, se le acusa de impaciencia e impertinencia. Si, por el contrario, intenta ignorar la autoridad del tribunal o, simplemente, esperar la siguiente acción judicial, su conducta es tachada de indiferencia y obstinación. En una de las últimas escenas de la novela habla K., en la catedral, con el capellán del tribunal e intenta, por enésima vez, clarificar su destino. El clérigo intenta descifrarle su situación con la siguiente parábola.

 
Franz Kafka
 
Ante la puerta de la ley hay un guardián. Llega ante el guardián un hombre de campo y le pide que le deje entrar. Pero el guardián le dice que en ese momento no le puede permitir la entrada. El hombre reflexiona y pregunta si podrá entrar más tarde. “Es posible, dice el guardián, pero ahora no”. Como la puerta de la ley está abierta y el centinela se ha retirado un poco, el hombre se asoma a través de la puerta con la intención de escrutar el interior. Cuando el vigilante lo advierte, se ríe y le dice: “Si tanto te interesa intenta entrar, a pesar de mi prohibición. Pero ten en cuenta una cosa: yo soy poderoso. Y sólo soy el guardián subalterno. En cada sala hay un guardián y cada uno de ellos es más poderoso que el anterior. Yo no puedo siquiera soportar la mirada del tercero”.
   El guardián le proporciona un taburete y le permite sentarse junto a la puerta. Y allí permanece sentado días, meses y años. Intenta una y otra vez conseguir permiso para entrar o, al menos, recibir una respuesta definitiva. Pero lo único que se le dice es que todavía no puede entrar.
   Llega el momento en que la vida le abandona. Antes de morir sintetiza las experiencias vividas durante aquellos años en una sola pregunta, que aún no ha hecho al guardián. Le llama por señas, pues ya no puede enderezar su rígido cuerpo. El guardián tiene que inclinarse ante él, porque ha variado mucho la diferencia de estatura con los años y ahora el centinela es mucho más alto. “¿Qué quieres saber ahora?” –le pregunta. “¿Cómo es que en todos estos años nadie, salvo yo, ha solicitado permiso para entrar?” El guardián sabe que el hombre está a punto de morir y, para que pueda oírle, grita: “Aquí nadie podía obtener este permiso, porque esta puerta estaba reservada para ti. Ahora mismo voy a cerrarla”.

   “Entonces, el guardián engaño a aquel hombre”, replica inmediatamente K., que se había sentido muy atraído por aquella historia. Pero el capellán le hace ver, a través de una exposición muy cuidadosa y convincente, que el guardián no cometió ninguna falta y más aún, que hizo más de lo que el deber le exigía en su deseo de ayudar a aquel hombre. K. se queda perplejo, pero no puede negar la validez de la interpretación. “Tú conoces la historia mejor que yo y desde antes”, concede al clérigo. “¿Crees, pues, que el hombre no fue engañado?”. “No me interpretes mal”, responde el capellán; y hace ver a K. que existe una segunda interpretación, según la cual el engañado es precisamente el guardián. También esta segunda hipótesis es tan convincente que, al final, K. la tiene que reconocer: “Las razones son sólidas y también yo creo que el engañado fue el guardián” Pero inmediatamente el capellán tiene algo que oponer a esta concesión de K. Dudar de la honradez del guardián es dudar de la ley misma. “No estoy de acuerdo con esta opinión”, dice K. moviendo la cabeza, “porque quien la admite se verá obligado a considerar como verdadero todo lo que el guardián diga”. “No”, replica el clérigo, “no es preciso considerarlo como verdadero, sino como necesario”. “Triste opinión”, dice K., “la mentira convertida en orden del mundo”.

   K. y el capellán están hablando de dos órdenes distintos del mundo y, por eso, al poner fin a su diálogo, sigue flotando aquella misma ambigüedad que subyace en el fondo de todas las tentativas de K. por conseguir la certeza: Cuando cree haber descubierto sentido y orden en los sucesos que le rodean, y que le exigen una adecuada decisión, se le hace ver que este no es el verdadero sentido.



jueves, 15 de agosto de 2013

EL PODER DEL GRUPO

   A mediados del siglo pasado el psicólogo Asch llevó a cabo un experimento con grupos de jóvenes estudiantes. Cada grupo estaba formado por una decena de individuos a los que mostraba dos tablas. En la primera aparecía una sola línea vertical, mientras que en la segunda se podían ver tres líneas, también verticales, pero de distinta longitud. La pregunta era sencilla: ¿qué línea de la segunda tabla tenía la misma longitud que la de la primera tabla? En las dos primeras rondas del experimento todos los individuos del grupo respondieron lo mismo, pero en la tercera ronda un solo miembro de cada grupo comenzó a dudar y dio una respuesta distinta. En la siguiente ronda el grado de confusión y nerviosismo del miembro disidente se hizo palpable e insostenible. Y a partir de la quinta ronda volvió a confluir su respuesta con los demás miembros de su grupo. Lo que nunca llegó a saber el proscrito temporal es que Asch, antes del experimento, había instruido a los demás estudiantes, para que, a partir de un momento determinado, dieran una misma y falsa respuesta. En realidad, las únicas personas sometidas a experimentación eran ellos, los disidentes, que ahora se hallaban insertos en una situación sumamente insólita y perturbadora. O bien contradecir la opinión despreocupada y unánime de los demás y aparecer, por consiguiente, ante ellos como defensor de una distorsionada concepción de la realidad, o bien desconfiar de sus sentidos y su razón. Curiosamente el 40% de los individuos sometidos al experimento optaron por la segunda opción y se sometieron a la opinión del grupo, a pesar de considerarla patentemente falsa.


  Al finalizar el experimento, un estudiante que formaba parte de la conjura experimental se expresó ingenuamente: “Sería realmente magnífico llegar a descubrir un método para inmunizar para el resto de la vida al mayor número de jóvenes contra todas las formas de propaganda y lavado de cerebro”. Sin embargo, de forma paradójica y a pesar de la positiva necesidad  de búsqueda de armonía en el grupo para el desarrollo social, estamos caminando hacia las aciagas palabras que el inquisidor general pronunció en la Edad Media: “La disposición a someterse, a renunciar a la libertad de opinión individual y a la responsabilidad inherente a la misma, por el plato de lentejas de una colectividad que libera de conflictos a ésta, esa es la debilidad humana que lleva al poder a los demagogos y dictadores”

   ¿Cuántas veces hemos estado en la inauguración de una exposición, frente a un cuadro abstracto que nada nos decía, pero ante las muestras de admiración de los otros, hemos acabado por aceptar como una obra de arte algo, para nosotros, incomprensible? ¿Cuántas veces hemos aceptado como real una realidad distorsionada por la propaganda? ¿Cuántos españoles siguen convencidos de que en el atentado de Atocha tuvo algo que ver ETA… y el PSOE… y hasta la misma policía? ¿Cuántos periódicos verán hoy la luz con la batallita dialéctica sobre el Peñón, mientras los niños se nos mueren de hambre y los corruptos siguen en libertad? ¿Cuántos periodistas, bienpagados por el partido que los compró, debatirán hoy en los programas televisivos que a diario, y sin cesar, nos tragamos?

   Tengan en cuenta una cosa. Si, según el experimento de Asch, de cada diez jóvenes nueve eran cómplices de la mentira y sólo uno decía la verdad. Y si, además, de esos Unos el 40% se rinde por el qué dirán. Entonces, ¿qué nos queda? ¿Acaso es que no existe otra posibilidad que la que nos auguró el inquisidor? Piénselo, tan sólo eso y ya tendremos un principio para la esperanza. Porque la distorsión y la confusión continua sólo nos puede llevar a la decadencia moral e intelectual y a nuestra propia ruina como especie.

miércoles, 14 de agosto de 2013

LA PARADOJA DE HELLER

 Hoy os dejo esta joyita contenida en la novela Cath-22 de Joseph Heller, un ejemplo evidente de la paradoja irracional que mueve el poder inmoral en el mundo. Fue escrita hace ya unas décadas pero podría ser actual.
   Yossarian es piloto de una escuadrilla de bombarderos norteamericanos destinados en el Mediterráneo. Llega un momento en el que le resulta imposible seguir soportando la carga psíquica de los vuelos diarios al combate y busca desesperadamente una salida. Aparte de hacerse matar como un héroe no le queda otra salida que la posibilidad de ser declarado no apto para el servicio por razones psiquiátricas. Explora, pues, esta vía de escape en una conversación con el jefe médico Dr. Daneeka, pero como medida precautoria no expone su caso personal, sino el de otro piloto, llamado Orr:

“-    ¿Está loco Orr?
-       Por supuesto que está loco, -dijo el doctor Daneeka.
-       ¿Puedes declararle no apto para misiones de bombardeo?
-       Naturalmente que puedo. Pero antes tiene que pedírmelo. Así lo prescribe el reglamento.
-       ¿Y por qué no te lo pide?
-       Porque está loco, -dijo el doctor Daneeka. Sencillamente, tiene que estar loco, pues en caso contrario no seguiría volando, después de haber estado tantas veces al borde de la muerte. Por supuesto que puedo declararle no apto para el servicio. Pero antes tiene que pedírmelo.
-       ¿Y no necesita hacer nada más para ser declarado no apto?
-       No, nada más. Sólo necesita pedírmelo.
-       ¿Y entonces, ya puedes declararlo no apto?
-       No. Entonces ya no puedo.
-       ¿Hay alguna pega?
-       Claro que hay una pega,-replicó Daneeka. Está la cláusula 22: Quien desea ser alejado del combate no puede estar loco.


  Había, pues una pega, la cláusula 22, en la que se establecía que la preocupación por la propia seguridad frente a un peligro real e inmediato debía ser considerada como prueba de un funcionamiento normal del cerebro.
   Orr estaba loco y podía ser declarado no apto para el servicio. Lo único que tenía que hacer era presentar la solicitud. Pero si la presentaba, ya no se le podía considerar loco, y tendría que realizar nuevas misiones de vuelo. Orr estaba loco si seguía volando y estaba cuerdo si se negaba a hacerlo. Ahora bien, si estaba cuerdo, tenía que seguir volando. Pero si volaba es que estaba loco y no tenía que volar. Pero si se negaba a volar , tenia que ser declarado cuerdo y, entonces, estaba obligado a seguir volando. La insuperable simplicidad de esta cláusula impresionó a Yossarian, que lanzó un silbido de admiración.

“-     Esta sí que es una buena cláusula, -murmuró.
-       No encontrarás otra mejor, -asintió el docotr Daneeka.”


Texto extraído del libro “¿Es real la realidad?” de Paul Watzlawick

jueves, 8 de agosto de 2013

EL HAMBRE Y LOS INHUMANOS


 “A ver si va a resultar que son los niños los que no quieren comer”, decía ayer con intencionada ironía un cura de Barcelona, después de oír al viceportavoz del PP negar la evidencia contenida en el informe del defensor del pueblo catalán, denunciando el hambre infantil en esa comunidad (como en todas, muy posiblemente). “Eso del hambre generalizada no es verdad, sólo existe en casos puntuales en los que la flagrante irresponsabilidad de los padres es evidente”, fue la perla gramatical con la que se despachó a gusto el inhumano Rafael Hernando.  “España no es Etiopía”, recalcó jocoso al finalizar su intervención televisiva. Y en eso no se le puede negar la razón, España no es Etiopía... todavía. Porque al paso que vamos y si no cambian radicalmente su política lo acabará siendo. ¿Recuerdan cuando Zapatero nos decía que no estábamos en crisis? Pues esto es igual. Aquí no hay hambre, los niños que rebuscan en la calle en los cubos de basura lo hacen porque son traviesos y les encanta desparramar la basura por el suelo y otras gamberradas por el estilo. Claro, es que los padres no controlan la alimentación de sus hijos, les dejan hartarse de chuches (recuerdan la niña de Rajoy) y después no hay forma de que les entre la comida, pensaran convencidos por sus propias mentiras.


  Estos señores del PP están tan ocupados en lograr controlar a los jueces irredentos, al sistema judicial en general, y en lograr beneficios para las grandes empresas, a cambio de jugosas comisiones y la promesa de un carguito en el futuro, que no tienen tiempo de bajar a la calle y ver cómo está el percal. Además, pensarán que quien se mueve en el barro se mancha y no está el cotarro como para perder el prestigio y la elegancia, sabiendo de la importancia de la imagen en nuestros tiempos. Ellos viven entre viajes a Disney World con los chiquillos y escapadas furtivas a escondidos paraísos del sexo. Qué van a saber estos de la decadencia moral y económica del pueblo si ellos sueñan con confetis de 5000 euros o las palmaditas hipócritas de obispos y banqueros. Pero ¿cómo se puede ser tan inhumano? Lo del indeseable Rafael Hernando debía ser palmario, el ejemplo más rotundo de lo que jamás debiera ser un político. Debería hablarse de él en los futuros manuales de política como el modelo evidente de lo que nunca debiera ser un político. ¿Cómo es posible que a este impresentable le hayan votado ciudadanos normales? No, no nos engañemos. Este tío no está ahí por los votos de unos cuantos ciudadanos, lo está gracias al sistema electoral fraudulento que tenemos y a la severa línea mafiosa de los partidos, sobre todo el PP, pero en los demás también podríamos hallar otros ejemplos.




  En este país está todo podrido y ya se hace urgente y necesaria una regeneración total de sus instituciones y partidos políticos, si es que queremos salvarnos del aciago vórtice del hambre y la miseria. La mayoría de vosotros, ante la frase anterior, pensará que soy un poco exagerado, que todo no está tan mal y que tampoco son tan graves las amenazas que se ciernen sobre nuestro futuro. Pero hay algo que aún no os he contado. Asistí perplejo a todo esto de lo que os hablo en televisión, en el contexto del programa “Al rojo vivo”. Un programa que criticó tan justa como ferozmente la intervención de Rafael Hernando. Y, sin embargo, para mi el acto más escandaloso de la mañana lo cometió su guapa presentadora cuando, justo antes de la intervención del innombrable y a escasos minutos del final de su programa, les preguntó a los intervinientes del debate: ¿Tenéis algo más que argumentar sobre el tema del Peñón de Gibraltar o damos paso al tema del hambre infantil en Cataluña? Pero ¿acaso puede haber algún tema más importante sobre el que tratar que el hambre de los niños? Sí, señores, ya hasta los periodistas han dejado de ser humanos, aunque muchos, en la vorágine del éxito, ni siquiera sean conscientes de ello.

miércoles, 7 de agosto de 2013

UN POLICÍA EN CADA CASA

   Manda cojones la mala ostia que tienen algunas paradojas. Aquí estoy, oyendo por primera vez a Fuel Fandango, un grupo de mi tierra que me está dejando flipado y que desconocía por completo y, a la vez, pensando en que si fuera nacionalista me pegaría un tiro. Compréndanme. ¿Cómo sentirse orgulloso de haber nacido en la misma tierra que la vomitiva, manipuladora de cifras e inepta ministra de empleo, la rostrocubista Fátima Báñez? Lo de ayer ya fue el colmo. Esta niña de papá se cree Edgar Hoover o, peor aún, una especie de jefa de la Stasi demudada a lo facha. No tuvo bastante con la pasada manipulativa de las cifras de hace unos días, cuando nos vino a decir que gracias a su gestión al frente del ministerio se había evitado el despido de más de 900.000 currantes españoles y comenzaba a crecer la contratación (así, por la cara, y falseando las encuestas si es necesario), que ayer se desbarra anunciando la obligación de todo ciudadano español de ser un puñetero chivato. O sea, que a partir de ayer usted tiene la obligación con el estado de denunciar a su hermano que lleva parado más de tres años, que ya no cobra ninguna ayuda y que desesperado por no saber cómo alimentar a sus tres hijos acepta trabajar en lo que sea y sin contrato con la ilusión de llenar ese día los platos del almuerzo en casa (si aún la tiene, claro). Y digo hermano porque es lo que debiéramos ser todos los que estamos en una situación difícil, aunque eso en realidad no sea más que una utopía. Pues ya sabe usted. El estado no es quien tiene la obligación, a través de sus funcionarios de empleo, de perseguir a los empresarios que se están hinchando de ganar pasta explotando a míseros desesperados. No, ni se le ocurra pensarlo porque, según la innombrable, son los curritos humillados y vejados los que defraudan a malsalva y están hundiendo la economía española. No los políticos corruptos con cuentas en suiza y otros paraísos fiscales, ni los banqueros que aún piden ayuda pública a la vez que anuncian un aumento del 65% en sus beneficios del último trimestre con respecto al mismo del año anterior, ni los directores que vaciaron las cajas de ahorro. No, a esos no se les persigue, a esos, si se les pilla, se les indulta después. Es a los sencillos trabajadores malacostumbrados a bienvivir a los que es necesario perseguir, acosar, coaccionar y extorsionar. Se les ve el plumero a estos señores del PP, estos lo que quieren es esclavos que, sonrientes, acepten serlo y sin tener en cuenta la precariedad de sus salarios, encima, abonen religiosamente su recibo de autónomo. ¿Acaso se puede ser más cínica y despreciable? ¡Un policía en cada casa y sin contrato y que florezca el odio entre vecinos y chivatos!
  
   Dígame: ¿Acaso está usted dispuesto a vivir en una sociedad así?





sábado, 3 de agosto de 2013

CONTRA LA INGENIERÍA DE LOS NÚMEROS PRIMOS

El hambre luna rota en los platos del almuerzo
bajo la atenta mirada de niños
y hombres despojados de futuro.
Y en las cimas de las torres
ratas suntuosas forjan el acero
que refuerzan las murallas.

El humo se diluye en el olvido
y ningún Fénix se adivina en las cenizas
sólo nos queda la humedad del estiércol
las semillas despreciadas por el poder
la utopía imposible de los insectos
y la flor que inmola sus pétalos para poder volar.

¿Cuándo dirá basta la horda humillada
e incendiará sin sangre los horizontes?
¿Cuándo desbordará los límites de contención
este caudal incontenible de ignominia?
¿Cuándo rechazará tan abyectos eufemismos
la paloma malherida de la paz?

Por el aire se expande un fuego invisible.
Los seres vulnerables son ignorados en su muerte
borradas sus huellas bajo la gélida pisada
de la desidia social. Nada importa
salvo el nido que salvaguarda los tesoros.
Y la luz se extingue en la eterna cloaca del pueblo.

En las escuelas los niños aprenden el interés
que habrán de pagar en su vacio.
El mundo teatro donde se interpretan
poses solidarias y falsos ejercicios de expiación.
Las flores verdaderas mueren ahítas de silencio
mientras sus copias se hacinan en clínicas estéticas.

Nada a lo que neguemos su valor podrá tenerlo.
Las acciones del amor se desploman en la bolsa.
Ya no existe desarrollo más eficiente para los pueblos
que la enloquecida ingeniería de los números primos.
La democracia es otra flor condenada a la mentira
en la que las víctimas se alimentarán de sueños rotos.

¿Acaso no laten los corazones en la oscuridad
no fulgura un colibrí en el interior del pozo?
¿Acaso estamos ciegos y el polvo y la prisa
nos impiden ver la ruina que hemos construido?
¿Acaso somos condescendientes y aquiescentes
con nuestro papel de víctima o verdugo?

Enterramos aquel carbón que se hizo rayo de sol
en el interior de la mina mientras aplaudíamos
la virtualidad de las pantallas planas en la oscuridad.
Ansia y deseos agitaron el motor de la avidez
desdeñamos la caricia de la brisa y la prisa se hizo ley.
Diseñamos ensoñados nuestro propio infierno.

¡Qué breve la sonrisa antes de caer al precipicio!
¡Qué cruel despertar de dientes destrozados contra el suelo!
¡Qué volátiles los sueños firmados en el banco!
¡Qué asfixiante el reconocimiento del amor perdido!
¡Qué sensación de orilla en el desierto! ¡Qué letal
ver la luna de tus sueños rota en los platos de los hijos!
 

¿Y ahora qué hacer...............................? 
¿Seremos capaces de admitir nuestros errores
de derruir las columnas de la inmoral codicia
reciclar los materiales de la insidia
y dotarlos de la luz de la razón sentimental?
¿De añadir un verso más de amor a nuestra historia?


Llegó el momento de desandar la estaciones
arrancarnos la raíces, desechar lo inútil aprendido
sumergirte en la pureza de esa lágrima
que rebosa el vientre de la madre, nadar entre corales
y peces de colores, apretar entre los dientes
el tubo del oxígeno y volar.
Volar entre dos aguas de vida renovada.

Llegó el momento de cerrar los ojos y creer
creer en el resplandor oculto en toda noche oscura
en la verdad del agua clara, en el hombre que dentro
de su pecho abraza a un niño, en quien mira
con ojos nuevos el misterio del amor
aquel que se asoma desde un pozo y ve el mar, henchido
y frágil, acariciando la piel encendida de la aurora.