UNA CENA DE ALTURA
(Escrito el 05/04/2011)
Ayer, según el telediario de
las 21,00 horas, en Atenas, un jubilado de 77 años depositó, sobre el suelo de
del parlamento, un mensaje en el que había escrito: “No puedo seguir viviendo
con la pensión que me ha quedado y me niego a seguir buscando alimentos en la
basura” y se suicidó. Hoy, a las 8,30 de la mañana, decían en las noticias que
los antidisturbios atenienses tuvieron que fajarse bien durante toda la noche
para contener la rabia del pueblo, y que habían sido numerosos los detenidos
que culpaban al gobierno de la muerte del anciano. Entre esos dos momentos
asistí a una cena a la que estaba invitado, en casa de una doctora microbióloga
y amiga, en un ático, piso 16, el más alto de mi ciudad. Desde la ventana se
veían las calles del centro abarrotadas de gente, casi todos caminando en la
misma dirección, siguiendo los pasos de la tradición impuesta por la cultura
cofrade. La Santa Semana en plena ebullición. Los tambores dotaban de gravedad
el asunto, aunque las trompetas y cornetas emitían notas ávidas del olor de los
jazmines. Sonaban a ganas de vivir, a pesar de estar muriéndote. Eran cantos de
cisne en mitad de la noche andaluza y primaveral. El incienso flotaba en el
ambiente y su aroma excitaba nuestras pituitarias. Parecen hormiguitas, me decía
Blanca, la anfitriona, refiriéndose al gentío que paseaba por las calles, y era
verdad, parecían hormiguitas, sin libre albedrío, que sólo seguían los pasos de
quien los gobernaba. Igual que nosotros. ¿Nos verán así nuestros gobernantes?
A mi tanta altura me
producía vértigo y preferí dejar de asomarme al precipicio. Éramos unos cuantos
allá arriba, mi amigo Ernesto, el psicólogo, y su mujer, Marco Antonio, del que
sé que es músico y nada más, un polaco del que no sé su nombre, pero que
hablaba muy bien español, Esther, musicóloga y sobreviviente, Ángela, la
cocinera, y María José, secretaría judicial, reconocida emérita (dicho por ella
misma) y, sobre todo, pija, de esas de boato y ostentación. Unos invitados
ciertamente heterogéneos, ya digo, que hablamos sobre temas variados, pero con
una preocupación común sobre los momentos de crisis económica y política que se
están viviendo en nuestro país. En un momento de la cena derivé la conversación
hacía la noticia del suicidio del jubilado en Atenas. Y todos expresaron sus
emociones de congoja y pena por la noticia. Sin embargo, cuando les dije que en
España el suicidio era ya la 1ª causa de muerte (a excepción de las producidas
por enfermedad), que el año pasado hubo en nuestro país 3.200 suicidios, lo que
equivale a 9 suicidios diarios, casi todos pusieron en duda mi aseveración. E
incluso cuando les confirme en qué periódico habían dado la noticia y que el
artículo estaba basado en estudios estadísticos reales, algunos todavía seguían
negando la certeza. María José, la secretaria
judicial (y pija), seguía argumentando que los periódicos mienten y que las
estadísticas se manipulan. ¿Se manipulan por quién?, le pregunté. Por gente
interesada en manipular las cosas, me respondió. ¿Y a quién le podría interesar
manipular esa noticia?, le pregunté, ¿al gobierno?, manipularía la cifra para
que fuera menor, ¿no te parece?, le dije, ¿al poder económico?, ¿no crees que a
esos no les interesa que noticias como esta puedan generar conflictos sociales?
y, por tanto, manipularían la cifra rebajándola. ¿A quién le puede interesar
entonces?, ¿no es más lógico pensar que si el periódico se atreve a dar ese
número de suicidios , sea porque precisamente no se ha dejado manipular y el
número sí sea cierto o, en todo caso, el periódico si se ha dejado manipular y
el número de suicidios en España es realmente mayor?
“Eso es mentira”, me dijo, “En España no hay 9 suicidios diarios, te lo digo yo”, espetó, y se quedó tan tranquila y convencida de llevar la razón.
No os diré qué le dije a
continuación, prefiero olvidarlo, lo que sí os puedo asegurar es que si algún
día me la vuelvo a encontrar en la calle, posiblemente no me saludará.
Hoy he vuelto al suelo. No
me gustó demasiado la sensación de vértigo de ayer. No es lo mismo divisar la
inmensa extensión que pueden alcanzar nuestros ojos desde un ático acotado por
el ladrillo y el cristal, que hacerlo desde la libertad del vuelo. Como no es
lo mismo caminar sin abrir los ojos, dejándote llevar por quien ordena tus
pasos, que girar de vez en cuando 360 grados sobre ti mismo para poder
divisarlo todo, con los ojos bien abiertos. La verdad es tan evidente que si no
la logramos ver es porque negamos la evidencia. No podemos seguir manteniendo
la voluntad de permanecer ciegos. Nuestro país se derrumba por la negligencia
de políticos ineptos y corruptos, por la usura sin medida de los especuladores
financieros y de los bancos. No podemos seguir permaneciendo impasibles, sin
hacer nada. Porque cada uno, con su granito de arena, puede hacer muchísimo. Y
si nos unimos todos y colaboramos, podríamos cambiar el devenir y dejarles un
mejor futuro a nuestros hijos.
No lo pienses más. Mañana
puede ser tu padre o tu abuelo quien se rebele, nos grite que ya no puede más
y ejecute su suicido frente a nuestro sacrosanto parlamento.
¿Qué dirás entonces?...,
¿qué todo ha sido mentira?
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