A LOS INVISIBLES
Hoy quiero hablaros de los otros, los invisibles, no porque no existan,
sino porque temen mostrarse. Algunos de ellos están a la espera, temiendo
cualquier día la confirmación de la debacle o ilusionados con la aparición
milagrosa de una receta alquímica del oro.
Otros, los menos afortunadamente, son conocedores de la rapiña, pero
piensan que en esta jungla de extrema supervivencia o muerdes o te devoran.
Estos son los peores, pensaréis. Pues no, estos no son más que seres serviles
al poder. Ellos creen que no hay nada mejor que el éxito, el prestigio social,
el poder. Disfrutan con la venganza, pisotean porque se arrastran a diario bajo
los pies de quienes le dominan, aunque eso sí, abogan por un discurso conciliador,
incluso a veces progresista. Son gente que tienen trabajo, funcionarios,
trabajadores de empresas que aún no han quebrado, autónomos que no han notado
la crisis. Gente normal como usted o como yo que comprenden el grito de los
indignados, pero que alegan inmediatamente que esas no son las formas, que
decir que no hay democracia y que esto es una estafa ya es pasarse y que es que
la verdad, no son más que cuatro punkys. Prefieren ver las noticias en la tele,
procuran no cruzarse con nosotros, no vaya a ser que alguien les vea con tan
vulgares compañías. Algunos de ellos tienen a hijos metidos en el cotarro, esos
tienen excusa y alguna vez se asoman, que por un hijo se hace lo que haga
falta. Pero la mayoría prefiere vernos desde el tendido, como si de un ruedo se
tratara (el toro, aún bufando frente al torero Mercado Global, con su cuadrilla
de francotiradores a la espalda). Esos son los peores, diréis. Pues no, porque
ellos son pocos y sumisos. Ellos nunca llenarían la plaza, acaso los asientos
de sombra y tampoco.
El coso está lleno y en los tendidos de sol se agolpa la gente, como si la
muerte fuera un espectáculo, codo con codo y hombro con hombro, expectante. El
albero ya está abarrotado, 1.760.000 de familias sin ingresos, decenas de miles
de desahuciados, miles de niños pasando hambre, centenares de miles de
buscadores de alimentos en la basura, etcétera, porque los que están a la
espera jamás se movieron de su sitio, permanecen en su sitio, cada vez más abochornados
e indignados, porque el espectáculo se vuelve más cutre y miserable, más
injusto y violento, tanto que en cualquier momento brotará la sangre y nos
salpicará el rostro. A todos, a los que nunca se movieron también. ¿Seguirán
esperando?
Si nos levantáramos todos, los invisibles también, la arena de plaza se
quedaría vacía, el espectáculo no tendría sentido y la cuadrilla y el torero
tendrían que marcharse sin corrida y sin cobrar. Y si es así de sencillo ¿por
qué no lo hacemos?
No, los peores sois vosotros, los invisibles, los que esperáis, impasibles,
la confirmación de la debacle o la aparición milagrosa de una receta alquímica
del oro. Los peores sois vosotros y ya es hora de que alguien os lo diga. ¿Pero
es que todavía no estáis avergonzados? Decidiros de una vez, ¡por Dios! Levantaos
y acompañadnos en la lucha. Os necesitamos. Seréis bienvenidos. Y vuestros
hijos y nietos os lo agradecerán en el futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario