REALIDAD Y ESPERANZA
Ayer asistí a una nueva manifestación del 15M en Huelva, mi
pequeña ciudad. Ha pasado un año y es momento de hacer una reflexión sobre la
evolución del movimiento, pero con realismo, sin autoengaños ni excesivas
euforias que tienen más que ver con los deseos imaginados que con la certeza.
Todo comenzó con la sombra sobre nuestros rostros, a pesar del diáfano cielo y
un sol cruel que escupía 37 grados de infernal fuego. En todos nosotros bullía
el recuerdo de las 7000 personas que nos congregamos en aquella salida del 19J.
Pero no éramos más de 300 almas abatidas las que, cabizbajas, nos mirábamos en
aquella plaza semidesierta. Aún así nos pusimos en pie, como frágiles
superhéroes de barro, y comenzamos la manifestación, gritando con ahínco: “No
nos mires, únete”. Sin embargo, con tan bestial temperatura, la mayoría de nuestros
oyentes estaban muy lejos, supongo yo que llenando las hermosas playas de la
provincia. Pocos fueron los que se unieron en el trayecto y, al final, sólo
unos 400 oímos el manifiesto en la triste Plaza de las Monjas.
Si algo bueno he de sacar de lo ocurrido, sería la
heterogeneidad de las personas congregadas. Abuelos junto a niños, señoras
elegantes junto a jóvenes con rastas, hombres serios junto a chicas guerreras,
un mosaico de color y de esperanza. También me alegró ver cómo el 15M de Huelva
se ha desprendido victorioso del lastre de los violentos, esos cuatro de
siempre y por todos conocidos, que ni aparecieron por allí, afortunadamente. En
el otro lado de la balanza pondré lo negativo, amén de la evidente caída del
apoyo popular al 15M. Las 8 consignas de hace un año, ahora son cientos de miles,
además de contradictorias. Ayer escuché a mis compañeros gritar: “El próximo
desahucio en la Zarzuela”. Imagino que lo que querían decir es que este país
debiera ser republicano y ¿cómo negarme a eso? Pero, ¡por Dios!, siempre pensé
que estábamos en contra de los desahucios. Son tantas las reivindicaciones,
tantos los gritos de desesperación cada uno por su lado, tantos los caminos que
queremos recorrer a la vez, tantas las exigencias, tanta la necesidad, tanta la
impotencia, tantos los sueños frustrados, tanta la ilusión y tan difuminada,
que nadie puede oír nada más allá del silencio de los aplausos. La dispersión
nos está aniquilando y, sin embargo, cuando hablamos de nosotros mismos decimos
ser la voz de la ciudadanía, sin tener en cuenta ese enjambre que se cuece en
las arenas de las playas, mientras nosotros caminamos sobre el asfalto
ardiente. Negamos la realidad y ese es nuestro principal error.
Terminé muy cansado. Con mi afección cardíaca a cuestas creí
no poder llegar hasta la meta, pero lo conseguí, gracias a la compañía de mi
perro Bebo. De regresó a casa la tristeza pesaba aún más que las piernas y
pensé en la necesidad que tiene el 15M de recomenzar de nuevo, desde sus
inicios, con las experiencias aprendidas de este año para no volver a cometer
los mismos errores. Porque la verdad es que en Junio pasado las encuestas de
Demoscopia decían que el 81% de la población española se sentía identificada
con el 15M y, ahora, ni tan siquiera superamos a los casi 6 millones de parados
que hay en nuestro país y antes todo eran propuestas y debate democrático y
ahora todo son protestas, excesivo vandalismo y estado policial.
Realismo, compañeros, realismo y sentido común es lo que
necesitamos, porque ese será el inicio de la estrategia adecuada a seguir.
Basta ya de manipulaciones, sobre todo por parte de los medios de comunicación
vendidos al poder, pero también por nuestra parte vendiendo ficciones con
ínfulas. Los mercados y los políticos nos mienten y ya estamos hartos y asqueados
de todas sus mentiras. ¿Por qué, entonces, nos mentimos nosotros también? Esto
no va bien. Hablemos de cómo arreglarlo, por favor. Y no sigamos por el camino
que gritábamos ayer en la manifestación de Huelva: “Si esto no arregla, guerra,
guerra, guerra. Si esto no se apaña, caña, caña, caña”, porque ese no es el
camino acertado para solucionar nada. Pidámonos un tiempo de reflexión interna,
seamos autocríticos y comencemos de nuevo con esos 8 puntos que a tantos y
tantos nos unieron en el pasado.
Finalmente os quiero decir que debemos mantener la
esperanza, que el cambio es posible. Anoche, al llegar a casa, encendí el
televisor ávido de noticias externas y vi brillar el sol en mitad de la noche. Ya era
madrugada, pero amanecía en el centro de Madrid, de Barcelona, de Valencia, de
Mallorca, de Canarias, de Valladolid, de Sevilla… de 50 ciudades españolas y
otras tantas en el mundo. Y la emoción me desbordó, lloré durante el minuto de
silencio en Sol, viendo tantas manos agitándose en el aire, como palomas que
comienzan a volar. Aún tenemos miedo a las alturas y el viento nos zarandea y
nos confunde, nos enturbia los mapas y la dirección, pero insistiremos,
agitaremos nuestras alas con el ímpetu de la justicia y la dignidad y
lograremos algún día alzar nuestro vuelo horizontal hacia la vertical más alta
de los cielos. Lo lograremos, todos juntos, abuelos y nietos, hombres y
mujeres, tímidos y vehementes, seres humanos honestos y justos.
Veo que te has decido a publicar :) Me alegro, un abrazo Francis
ResponderEliminarYa veremos si acabo entiendiendo esto de los blogs.
Eliminar