INTOLERANTES
Hace aproximadamente un año, en un Macdonal´s de una ciudad estadounidense, recibió una
paliza un travesti adolescente de dieciséis años, mientras los camareros se
reían y grababan la agresión con sus móviles. ¿Podría haber ocurrido en España?
Creo que sí. Pero si ya es preocupante el hecho de la agresión, mucho más
preocupante es que las agresoras fueran niñas de entre catorce y dieciséis
años. En aras de una supuesta modernidad hemos aprobado el matrimonio
homosexual (que reivindico su derecho a hacerlo) y, dentro de la asignatura de
ciudadanía, mostramos los nuevos modelos de familia, pero cuando los más
jóvenes llevan a cabo actos de intolerancia y de violencia como estos significa
que algo falla en el sistema educativo. No nos preocupamos de los más jóvenes a
así nos va, algún día nos comerán vivos por ser viejos, negros, homosexuales o
pobres, por cualquier cosa que nos convierta en diferentes ante sus ojos.
Mientras la xenofobia crece entre ellos los poderosos se frotan las manos y
reparten dividendos, saben que ellos nunca serán carne de cañón, como lo son
los estultos adolescentes a los que ellos manipulan.
¿Por qué nadie ha vuelto a hablar de ello? ¿Acaso no creéis posible que algún día
vuestros hijos puedan ser tan violentos e intolerantes como esas chicas
americanas? Los padres están demasiado ocupados con sus problemas laborales,
financieros o, simplemente, de apariencia social, como para vigilar la
educación de sus propios hijos. Hemos comprendido la esencia de selva salvaje
de una sociedad basada en la competitividad y el éxito y animamos a nuestros
hijos a la lucha. Sabemos que nuestros hijos para acceder a un puesto de
trabajo digno deben traicionar a otros que aspiren al mismo y nos da igual,
mientras ellos sean los elegidos. Estamos educando a depredadores sin que
siquiera se nos conmueva la conciencia. Alentamos la confrontación social y, luego,
nos dedicamos a guardar la ropa en nuestro armario de diseño.
Esto no puede seguir así. Hemos de hacer algo. No es posible
tanta indignación. Podemos dejar morir nuestras ideologías, pero no podemos
liquidar los valores humanos y morales de una sociedad que ha de estar basada
en la equidad y la justicia.
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