CRÓNICA DEPORTIVA
Son las
ocho de la tarde y sólo faltan dos horas para que la fiesta inunde el corazón
pétreo de este país. Nos emocionaremos al oír sus nombres por el megáfono,
estaremos en esos momentos ávidos, ansiosos por asistir a la lucha de los
titanes, el Dios Messi frente al Dios Ronaldo, millones de euros contra
millones de euros. Mientras, una familia desahuciada ayer se agolpa frente al
televisor encendido en un escaparate, el sonido del televisor está apagado y el
padre, en su tristeza, observa el colorido y las banderas. En el campo, los
niños llevarán la camiseta de su ídolo y los padres corearan el himno,
elevándolo a los cielos. No importan los desahuciados, no importan los casi
seis millones de parados, no importan el casi 30% de familias por debajo del
umbral de la pobreza, no importan los discapacitados desatendidos, no importa
nada, sólo importa el gol, la jugada perfecta, ver a Messi o a Ronaldo meter un
gol en está, la liga del BBVA y en este campo, rodeado de vallas publicitarias
del Santander y otros bancos.
El árbitro señala el inicio y la primera jugada
hace que el niño sentado frente al escaparate se olvide del hambre. Agita los
brazos junto a su hermano pequeño y exclama un gol que expande el universo. El
padre le mira infeliz y se siente fracasado. Toda la vida trabajando y ahora, a
los 45 años ¿quién le va a contratar? En el césped, la lluvia golpea el rostro
de los jugadores y las entradas violentas aumentan y, de pronto, un tsunami
estalla en la grada ante otra oportunidad de gol.
Afuera el agua retorna a los mismos cauces de
siempre y sigue la dirección que le indica la corriente. Y los gritos de los
desesperados se difuminan entre los alaridos emitidos desde los televisores.
Pasados unos minutos el adversario empata y en los bares aparece un conato de
rebelión. Pero no, llega el descanso y todo se relaja y aquel que pagó seis mil
euros por una entrada vip pide un whisky con mucho hielo. La lluvia no cesa y
la familia desahuciada, sentada sobre el suelo, se cubre con cartones. En la
pantalla del escaparate Xavi celebra un nuevo gol y el silencio en las calles
se vuelve aún más sombrío. La derrota se confirma, los directivos lloran en sus
casas, aunque saben que mañana amanecerá y también abrirá bolsa. Saben que
mañana, sólo se hablará de fútbol y que seguirán siendo invisibles, ellos y los
desesperados.
Sólo la voz del crío refulge en la oscuridad de
la noche. Mira al padre y le dice: -Papá ellos ganan siempre porque juegan en
equipo, ¿cuándo lo haremos nosotros?
Bravo. Un abrazo. Comparto
ResponderEliminarGracias, Simón.
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