NOSOTROS, LOS JUBILADOS Y PENSIONISTAS
Nosotros, los jubilados y pensionistas de este país, vimos cómo la
esperanza de la transición democrática española se fue marchitando como un rosa
que se desgasta con el tiempo, y cómo el peso de la codicia descolgaba sus
pétalos, hasta dejarla desnuda, ajada y sucia y casi tan muerta como su propia
ideología. El mismo hombre que vociferaba contra la injusticia social, ahora se
esconde del pueblo desde el escaño parlamentario o desde el chalet oculto en
algún paraíso fiscal. El político (da igual PP que PSOE o CIU o PNV o IU,
etc...) se ha convertido en miembro de una casta de privilegiados que nos
gobiernan desde la total indiferencia por el presente y futuro de nuestras
vidas. Mientras ellos aseguran el futuro de sus hijos en escuelas y
universidades privadas, nosotros vemos cómo nuestros nietos e hijos se pudren
en la depresión y la desesperación porque están hartos de buscar trabajo y no
lo encuentran. No nos llegan las pensiones, el presupuesto para la educación
pública de nuestros nietos se reduce, nos recortan en sanidad y, ahora, hemos
de pagar una parte de las medicinas. Pero eso no es lo peor, lo peor es ver a
nuestros nietos desnutridos porque ya nuestro hijo ni cobra la ayuda, lo peor
es ver a nuestros hijos hundidos en la miseria moral y económica, ver cómo les
despiden del trabajo, y si encuentran alguno temporal, ver cómo les explotan a
cambio de un sueldo irrisorio, ver su nerviosismo por el acoso de los bancos,
ver como les desahucian el piso que con el sudor de su frente lograron comprar
hace años, ver cómo entran por la puerta de tu casa, cabizbajos, con sus
miradas reptando por el suelo, huyendo del frío de la calle. Lo peor es ver
cómo los tratan después en los organismos institucionales cuando van a pedir
ayuda. Lo peor es escuchar sus lágrimas cuando te creen dormido. Lo peor es ver
cómo la familia se va convirtiendo en un frágil vaso de cristal que está a
punto de caer al suelo. Lo peor es ver a tus nietos solitarios, sentados en la
sombra, escondidos, sin que ello forme parte de un juego, sin juguetes, sin
Reyes Magos, sin sonrisas, sin alegría y perdiendo la inocencia sin etapas.
Los iaioflautas en acción. |
Pero os digo que a nosotros no nos hundirán. Es cierto que nuestros cuerpos
son más frágiles, que nuevos achaques florecen en él de vez en cuando y que
nuestra movilidad exige normalmente un sacrificio, pero el corazón, mientras
siga latiendo, jamás podrá ser amordazado. Y nuestro corazón, el de todos
nosotros, debería latir en una única sístole y diástole. Deberíamos unirnos y
salir a las calles y gritar nuestra indignación con la voz de un único corazón.
Deberíamos ocupar las oficinas bancarias que sangran la vida de nuestros hijos
y gritarles nuestra indignación. Deberíamos ir a los ayuntamientos y parlamentos
y gritarles a los políticos, en plena cara, nuestra indignación. ¡Qué nos van a
hacer! Nada tenemos que perder. Nos lo han quitado todo, también la sonrisa de
nuestros nietos, ¿qué más podemos perder?
Sólo nos queda nuestra dignidad, nuestro orgullo, nuestra integridad y la firme creencia de que estamos luchando por lo que es justo, por lo que es correcto. Unámonos ya, salgamos a la calle y llenemos las plazas, ocupemos pacíficamente sus sucursales bancarias y los edificios del pueblo, dejemos claro nuestro mensaje, el del todos los jubilados y pensionistas de este país que ya no pueden seguir siendo cómplices de tantas mentiras.
Sólo nos queda nuestra dignidad, nuestro orgullo, nuestra integridad y la firme creencia de que estamos luchando por lo que es justo, por lo que es correcto. Unámonos ya, salgamos a la calle y llenemos las plazas, ocupemos pacíficamente sus sucursales bancarias y los edificios del pueblo, dejemos claro nuestro mensaje, el del todos los jubilados y pensionistas de este país que ya no pueden seguir siendo cómplices de tantas mentiras.
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