ROPA
TENDIDA
Sobre el patio interior de la
casa de vecinos oscila al viento la ropa tendida. La frágil cuerda que la
agarra se sostiene por escuálidas alcayatas aferradas a la pared de dos
balcones enfrentados. De una cuerda cuelgan monos azules con restos de grasa,
de la otra, trajes y corbatas. En los extremos de ese vacío abismal, más allá
de los balcones, en el interior de ambos pisos, el aroma del puchero es pobre
en proteínas y se puede oler con nitidez la misma angustia.
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