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Y SEGUIMOS HABLANDO DE VIOLENCIA POLICIAL
1.750.00 familias españolas pasan hambre. En 1.750.000
familias españolas ningún miembro del hogar común tiene ingresos, pero nosotros
seguimos hablando de violencia policial y de la patética heroicidad de los provocadores
sin cerebro. Ayer, en el telediario, un gestor de un comedor público, anunciaba
que ya sólo podían ofrecer un plato, en vez de los dos por comensal, debido a
la masiva afluencia de hambrientos y a la carencia de ayudas y recursos, pero a
nosotros sólo nos estimulan las batallas, la lucha sangrienta y cruel entre un
desnortado David y el poderoso Goliat de los mercados. Según decía el
entrevistado ya son miles los comedores benéficos que están a punto de cerrar
porque la nada no se puede cocinar, pero nosotros primero acusamos a los
poderes fácticos de cada suicidio, de cada muerte, del genocidio. Y no nos
falta razón, pero mientras hablemos y hablemos de conflictos, ellos, hombres y
mujeres, abuelos y niños, seres humanos desvalidos e indefensos, mueren de frío
en la esquina más oscura de cualquier ciudad. Y hasta daría igual que muriese a
la luz, pues son invisibles para casi todos.
Somos así, ansiamos ser los héroes de todas las
historias, pero llevamos una jauría de perros en el corazón. Eso sí, luchamos
contra las injusticias, pero lo hacemos frente al ordenador, sentados
cómodamente sobre el sillón y, de vez en cuando, salimos a la cita del rollito
guay de las asambleas, dándonos un baño de exculpación y de sana solidaridad.
En España tenemos casi 6 millones de parados y en las asambleas se llega con
dificultad a la centena, será que están ocupados revolviendo en los
contenedores de basura, porque con el único plato del comedor público no les
llega para aguantar el día.
Ayer, casi todas las asambleas trataban,
principalmente, el tema de los detenidos por los desalojos de las madrugadas
anteriores. ¡Pero qué esperamos!, ¿qué nos traten como a querubines?, ¿qué nos
entreguen todo su poder como niños buenos? Ellos serán capaces de todo por
mantener sus deshonestos y codiciosos privilegios y, nosotros, tenemos que
asumir que la victoria será trágica, que tendremos bajas, que tratarán de
pisotearnos. Pero hemos de permanecer impasibles, ofreciendo resistencia
pacífica y activa y hemos de darles voz y esperanza a todos aquellos que la
perdieron, los invisibles, los que viven en el doloroso planeta de la
humillación. Porque sin ellos a nuestro lado no somos nada, un inmenso globo
sonda, lleno de vacío.
Dejemos ya de hablar de tanta violencia policial y
seamos la voz de los desamparados.
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