domingo, 10 de junio de 2012


LA MURALLA

   Los habitantes del país floreciente comprobaron con el tiempo que, allende sus fronteras, se expandía con ímpetu la miseria. Así que decidieron construir una muralla compacta, sin fisuras –para qué puertas si eran autosuficientes-, indestructible, imposible de asaltar por hordas ávidas de violar sus herencias labradas en la tierra de sus antepasados.
   Vivieron felices, sin problema que quebrantase su paz, pero el cementerio crecía como una alimaña silenciosa, metro a metro, milla a milla. La merma de espacio obligó a derribar casas para ubicar las tumbas onerosas de sus amados parientes y planificar una política de reducción de nacimientos que hiciera posible que cada ciudadano tuviese el espacio de libertad adecuado.

   El último que murió dejó sus huesos pegados al muro. Nunca supieron la fecha exacta de su muerte, pero siguen disfrutando de una paz eternamente inquebrantable.





No hay comentarios:

Publicar un comentario