martes, 12 de junio de 2012


EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

   Aquella mañana el sapo se despertó eufórico y renovado. Sacó la cabeza del lodo y miró al cielo azul, luminoso. Las libélulas revoloteaban a su alrededor tontamente, de flor en flor. Entonces el sapo les gritó: - si realmente buscáis ser amadas por lo que sois, ¿por qué no dejáis de aparentar ser algo distinto? El silencio posterior fue apagado por el zumbido de las libélulas que seguían a su aire, como si el sapo no existiese.
   Y el sapo volvió a hundir su cabeza en el lodo.

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