lunes, 18 de junio de 2012


EL MARRÓN DEL BICENTENARIO

¡Joder, que suerte ha tenido el Rey! Nadie se puede alegrar de la muerte de nadie y menos de la de un amigo, tal y como definía Don Juan Carlos al infausto Nayef bin Abdulaziz, príncipe heredero de Arabia Saudí. Pero el favor que le ha hecho el príncipe con su muerte a nuestro Rey es incalculable. Ahora no estará obligado a asistir a los actos del bicentenario del Tribunal Supremo y  se salvará de hacerse la foto con el mayor exponente de la corrupción judicial en España, el choricero Dívar, presidente del CGPJ y del TS, y 4ª autoridad del Estado, como gustaba definirse a sí mismo. Por esta vez se ha salvado de la quema, aunque aún siente el calor de la hoguera. No está bien pasearse públicamente ante un espejo tan clarificador, pensará y respirará aliviado ante su excusa de fuerza mayor. Además, en el desierto no existen elefantes y se siente protegido por la seguridad saudí.

El marrón se lo comerá su hijo, que ya ha de ir aprendiendo a sortear tales lides. Veremos cómo actúa ante las cámaras. ¿Le dará la mano a Dívar?, ¿le abrazará?, ¿le pedirá su dimisión para contentar al pueblo, en un acto más de esta representación esperpéntica que es España? Seguramente haga ambas cosas y en posteriores declaraciones hable de lo agradecido que está de la gestión de Dívar en el pasado, pero que su tiempo dedicado al “bien social” ya debe terminar. Así, con elegancia y diplomacia, como se le exige a un futuro rey. En el mundo depredador no existe la piedad y, si alguien se mancha con sus propios excrementos, se le aparta y se le encierra en una celda de aislamiento virtual. Nada existe más seguro para mantenerse en el poder, que alejar la secreta mierda de uno mismo de la cagadas públicas de los otros. En esto no existe más lealtad que seguir aferrándose a los privilegios ocultos. Ya veremos con el tiempo si el infante Felipe resulta ser alumno aventajado, tal y como lo fue su padre, o es simplemente una figura decorativa de esta farsa del esperpento. Los monaguillos Santamaría y Gallardón estarán a su lado, posiblemente flanqueando la figura del príncipe, tratando así de entorpecer las internadas por las bandas del juez. ¿Qué se apuestan?

Lo malo de toda esta historia es que en unos meses ni nos acordaremos de ella. El impresentable de Dívar se marchará por la puerta de atrás, procurando no hacer más ruido, mientras se da golpes en el pecho y confiesa a su Dios de los católicos hipócritas que su corazón sangra por los jueces sencillos (frase expresada por él y publicada en El Mundo, entienden ahora el por qué su dios particular ha de ser el de los hipócritas ¿verdad?) y llegará otro que hará exactamente lo mismo. El problema en la justicia española no estriba en su máximo mandatario, sino que es endémico en la generalidad de su cuerpo institucional.

La institución judicial, junto con la Constitución española, es la columna vertebral de la esencia democrática en nuestro país y está absolutamente corrompida. La malversación de fondos probada en Dívar es costumbre en casi todos los jueces de nuestro país, los miembros del CGPJ lo saben, pero no ven delito en ello porque se han ocupado de que dicha malversación de fondos públicos fuese lícita, otorgándose privilegios inmorales, a través de leyes específicas y estatutos internos. Los jueces se blindan a sí mismos y, hoy en día, un juez no puede ser acusado de prevaricación si no es cogido in fraganti, aunque la fiscalía disponga de pruebas fehacientes que lo demuestren, Desde 1997, en este país, sólo el 1,34% de los jueces acusados de prevaricación, cohecho o malversación, han sido llevados a juicio y, de estos, tan sólo el 0,7% han sido condenados. Algo falla, es evidente. Además los vocales y miembros de los distintos consejos de las instituciones judiciales son escogidos por los políticos, con lo que la separación de poderes en España es ficticia. No basta con que dimita el señor Dívar, es necesario regenerar toda la institución. Que dichos miembros sean escogidos electoralmente por los propios jueces, fiscales y letrados de todo el país. Que el fiscal del Estado sea elegido igualmente. Es necesario reescribir los estatutos de todas las instituciones públicas y que estos obliguen a una nítida transparencia en la gestión de los fondos públicos y en la concesión de emolumentos y prebendas. Es necesario e imperativo democratizar la institución judicial, así como las otras, para conseguir un país orgulloso, porque es justo, digno y éticamente humano. Ya tanto barro acumulado en lodazal nos está impidiendo respirar a los sencillos ciudadanos. Tenemos que limpiar tanta mierda acumulada.


Aunque mucho me temo que hoy lo único que importará a los españoles será la victoria de España en el europeo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario