SE REPITE LA HISTORIA
Se repite la historia. Tras
la debacle financiera mundial de 2008, se acabó hundiendo nuestra economía. Los
agujeros negros de la mala praxis bancaria y política de nuestro país han
engullido el bienestar ciudadano, mientras los billetes de 500 euros (España posee
dos terceras partes de estos billetes de la totalidad existente en la UE)
siguen escondidos en sótanos de palacios o en las cajas, rigurosamente vigiladas,
de las sucursales bancarias en paraísos fiscales. Y al mismo ritmo que hacían su
agosto especuladores y corruptos, la bolsa pública se ha ido quedando vacía. Y
no hablemos sólo del gobierno central, que aquí cada taifa exigía su reino, con
su corte de bufones y villanos elegantes y su cohorte de inmorales privilegios.
Claro que todo va bien cuando la pasta rula, entonces todo es puro teatro
tratando de chupar cámara, llegar a lo más alto guardando secretitos y nunca
desvelando las prebendas deshonestas. Pero la complicidad se rompe cuando se
descubre el roto del bolsillo y por no aceptar la culpa propia son capaces de
entregarles nuestras almas al diablo. Entonces se agarran a la barra del poder
y fingen ser el mástil del barco, la columna vertebral que nos sostiene, cuando,
en realidad, no son más que parásitos que succionan nuestra sangre.
Se repite la historia. Unos,
en nombre de la unidad nacional y del control del gasto (tiene guasa esta
última aseveración, cuando siguen sin restringir la nómina de asesores,
consejeros y demás mamandurrias, como le gusta definirlas a la Espe), tratarán
de violar la decisión popular en la urnas autonómicas y querrán hacerse con el
poder con talones sin fondo, pero avalados por sus amiguetes, los banqueros. Los
otros le lloran al Estado porque no les queda ni para comer, dicen, y ya no tienen
quien les fie, pero, a la vez, sacan pecho y amenazan con crear una hacienda
propia, es decir, que la solidaridad entre los pueblos, esa misma que exigimos
a Alemania, se va al carajo y aquí cada uno que se encienda la vela como pueda.
Sólo quieren el poder, permanecer estáticos en la soberbia, extender aún más su
ambición y codicia, ser los dueños eternos de una tierra que ya consideran
parte de su fortuna particular. Aquí nadie estará dispuesto a ceder en nada, ni
siquiera los que están en medio, esos que, perteneciendo al partido de la
flamante mayoría absoluta, entienden que sólo él, como propietario único, podrá
guardar las llaves del cortijo o masía. Yo te atiendo bien, te abro las puertas
de mi casa y te agasajo como mereces, jefe, pero no me toques la entrepierna, le
susurrarán a Rajoy, con una sonrisa felona por bienvenida y la manos abiertas,
dispuestas a agarrar todo euro que vuele.
Se repite la historia.
Pronto volveremos a ver en ésta, nuestra España, luchas fratricidas, Caín
asesinando de nuevo a Abel por un trapo al que llaman bandera, por la estúpida
idea de la nación del yo de cuatro impresentables. Esas luchas de poder
absurdas ya la vivimos en el pasado y algunos de nuestros abuelos la recuerdan
de cuando eran niños, allá por el primer lustro de los años 30. Todos sabemos
cómo acabó esa historia y, sin embargo, estamos sembrando las semillas que
pueden generar en un conflicto similar. Nuestros políticos son corruptos, codiciosos,
ineptos, soberbios, necios y, además carecen de memoria, de ética y del más mínimo sentido
de responsabilidad social. Les importamos un pimiento. Saben perfectamente a
qué están jugando y las consecuencias que pueden acarrear su codicia y ambición
desmesuradas. Saben que están incitando a los ciudadanos a salir de los
asientos del anfiteatro y a lanzarse a albero como alimento de los leones. Saben que existe el riesgo de que, en este país, vuelvan a rellenarse fosas junto
a los muros de los cementerios. Y les da igual. O el pueblo consigue pararles
los pies o mucho me temo que las calles de España se tiñan nuevamente de
sangre.
Todo puede ocurrir dadas las circunstancias.Pero de ser a si, tengo la completa seguridad que ellos serán los culpables de ese posible derramamiento de sangre.Pero también la de ellos teñirán las calles.Mejor evitarlo, por el bien de todos.
ResponderEliminar