LA
EXPOSICIÓN
Josepe miró detenidamente el arco
de la luz, acarició la textura rugosa de las paredes, se descalzó y sintió en
sus pies la frialdad del suelo. No se le ocurría nada, nada le inspiraba. Era
como si tuviera un gran vacío en el interior, como si nada le importase, como
si nada le importase a nadie. Entonces halló la respuesta: una habitación
vacía, un gran vacío iluminado, esa sería su magna obra de arte.
Solo necesitaba un título y lo
encontró jugando con las letras que componían su nombre. Sobre el arco de la
puerta podíamos leer: ESPEJO.
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