LOS CRÍMENES DE ALEMANIA
De todas las noticias que
escuché o leí ayer, la que más llamó mi atención fue la ocurrida en la ciudad
alemana de Karlsruhe. Un señor de clase media, con prestigio, cazador con
licencia (un deporte nada barato) y de carácter violento, vivía con su novia en
el próspero distrito de Nordstadt, una zona de clase media sin problemas de
exclusión social. Ambos estaban en paro y no pudieron seguir afrontando el pago
de la hipoteca. La casa fue puesta a la venta en subasta pública y el nuevo propietario,
junto a un agente judicial, un cerrajero y un asistente social, se personaron
en la vivienda con el objeto de reclamar la propiedad. El desahuciado no tuvo
duda alguna, los invitó a pasar, les apuntó con una escopeta, dijo al asistente
social que se marchara y disparó contra todos los presente, incluyendo a su
novia y él mismo. Hoy los cinco cadáveres reposan en la morgue de Karlsruhe.
Esto ha ocurrido en la
floreciente Alemania, esa nación que desde el gobierno se nos presenta como
ejemplo al que imitar. Y la verdad es que no es ni mucho menos el paraíso que
nos quieren vender. Alemania entró en recesión el primer trimestre de este año,
es decir, que ya no está en índices de crecimiento. Si no tienen los niveles de
paro de otros pueblos europeos es porque han repartido jornadas laborales y
rebajado tanto los sueldos que muchos no garantizan la supervivencia. Los
famosos minijobs, con salarios
inferiores a 400 euros. La política de ajuste sin crecimiento que se está
implementando en Europa no es más que un anunciado suicidio. Conforme bajan los
salarios, bajan los ingresos del Estado, los bancos aumentan su morosidad, se
retrae el crédito y el consumo y la pobreza cruza el umbral de nuestras casas.
En Alemania dicen estar conmocionados. Si tuvieran 186 desahucios diarios como
en España estarían cagados. ¿Y después dicen que los españoles somos pasionales,
vehementes, poco racionales? Aquí alguno se ha ahorcado, pero no se llevado a nadie
por delante. Eso sí, aquí la policía acompaña al agente judicial y al nuevo propietario y en cuanto se personan suelen dejarte en shock, con la porra o de
otra forma. El caso es que no le dé tiempo al desahuciado ni a pensar, no sea
que tanta publicidad bienaventurada sobre Alemania le vaya a influir
negativamente y tome al señor del Karlsruhe como el verdadero ejemplo a imitar.
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