NOMBRES
Carl Marx dormía inquieto en su cama. Soñaba
que un ente superior despojaba a los humanos de sus nombres y apellidos y
depositaba estos en un cuenco de cristal. Luego agitaba su interior y repartía al azar
nombres y apellidos. El sorteo lo nombró Adolf y apellidó Hitler. Al día
siguiente se sintió extraño. Como todos los días, saludó a su vecino judío al
salir de casa y no pudo odiarlo.
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