EL HUERTO
En plena crisis se quedo parada y decidió
comenzar de nuevo cosechando cebollas en un pequeño huerto que descubrió tras
la casa. Luego vinieron días de lombardas y brócoli y hasta de refrescantes
fresas rojas. Se fue integrando poco a poco en las faenas. Al principio con
cierta desgana, pero según emergían los tiernos tallos, iba creciendo en ella
el apego al huerto y al trabajo. Logró con el tiempo que el estrés
desapareciera y llegó el día en que dedicaba la jornada entera al cuidado de
los surcos. Olvidó por completo las triunfantes aventuras que vivió en el
exterior. Aquellos éxitos en pos del mejor bocado, las conquistas de nuevos
territorios que destruir y levantar, el sabor de la victoria frente a otros de
su especie. Y ahora, a veces, se queda quieta durante horas y mira el vuelo de
las aves. Un lunes se detuvo, se tumbó sobre la tierra y enroscó su cuerpo. Luego cavó un hoyo y ocultó bajo
la tierra su esbelto cuerpo de lombriz. Y ya no volvió a salir, no fuera ser
que el aguilucho que vio en el cielo, siguiera volando en círculos sobre su
huerto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario