martes, 4 de diciembre de 2012

LA POCILGA LITERARIA

   No he escrito nada durante días. Se me quitaron las ganas. Fue tanto el asco que sentí con el último escritor que he conocido, que he repudiado este oficio durante un tiempo. Sin embargo, las espinas duelen y no hay forma de cortar la sangre sin nuevas suturas de palabras. Nunca hablé de ello en este blog, pero yo fundé y coordiné la tertulia literaria de mi ciudad “La gata literata” y, al principio, todo fue maravilloso: buenos amigos, la sala llena y el interés de escritores nacionales por venir. Vinieron muchos y de diversas generaciones. También artistas de la perfomance y soñadores del otro lado del charco. Recuerdo a Vaz de Soto hablándonos sobre cómo escribir una novela y la audiencia impávida a pesar de haber sobrepasado la una de la mañana de un nuevo viernes. Pero todo en la vida sufre erosión. Poco a poco nos fuimos oxidando y al cabo de tres años aquello parecía más un velatorio que una reunión de bohemios y faranduleros. Tres años después del nacimiento, semana tras semana programando nuevos actos, en junio de este año di por muerta la aventura. Se ve que no es buena costumbre en este país hacer las cosas sin esperar rédito, con el único ánimo de acercar la cultura al pueblo. De modo que, a excepción de los ultravanidosos fracasados que veían siempre en el escenario una nueva y maravillosa oportunidad, los demás fueron buscando esquinas más rentables.
   Pues bien, el día 29 del pasado noviembre yo estaba invitado a realizar una lectura en un bar de mi ciudad, el 1900, conocido por su movida cultural, y un ¿amigo?, de esos de los ultravanidosos que colaboraron en los últimos tiempos de “La gata…”, me comentó que había invitado en su día a todo un prócer literario, el prestigioso poeta y editor e hiperpremiado a nivel nacional e internacional en su faceta de traductor J. L. R. P., y que este le comentó que sólo podía venir el 29 de noviembre, que si no me importaba cederle mi lectura en el 1900, que ya lo había hablado con él y estaba dispuesto a venir desde Sevilla. Convine con el gerente del 1900 y con mi ¿amigo? que leeríamos ambos a la vez, en el mismo acto, participando yo con un único poema al final del acto. Cuál fue mi sorpresa cuando días después recibí un correo anunciando un acto organizado por “La gata literata”  en el 1900. En él, mi ¿amigo? se anunciaba como el nuevo coordinador. Hemos de tener en cuenta que hablamos de una asociación legalizada y en la que este supuesto amigo no figura por ninguna parte. No obstante, tratándose de un solo día, no le di importancia. Pero tener que aguantar al saco de pellejos y frivolidades que era el pedante y engreído escritor ya era demasiado. Y estallé.  
   El tipo es una reinona que sólo sabía hablar en primera persona yo, yo, y siempre yo…. Yo y mis viajes, yo y mis premios, yo y mis libros, cada uno por su lado, el flamenco presumido y patético y la osa vanidosa del circo que sueña con ser La Polar. Los premios no están dados de antemano, me decía y, a la vez, me comentaba que, con total seguridad, este año ganaría el premio nacional de traducción una muy amiga suya que vivía en New York. ¿Estaría él en el jurado? Y luego nos hablaba de sus viajes financiados por los distintos institutos cervantes repartidos por el mundo, de su asistencia a innumerables encuentros internacionales. Financiados también con dinero del pueblo, desde luego, le dije yo y comencé ya a notar cierta incomodidad por su parte. También hablamos de literatura, ¡cómo no! Él defendía la exaltación de la belleza en la palabra y rechazaba lo que denominaba panfleto político o social. Para él la metáfora y la métrica eran la esencia del poema y durante la lectura definió sus propios poemas rimados como muy bonitos varias veces. Fue vomitivo, la verdad. Traté de explicarle, en los escasos momentos en los que lograba hablar, que yo estuve toda la vida currando como agente comercial y que en esa faceta de mi vida ya había tragado suficiente mierda para lograr alimentarme, como para tener que hacer lo mismo en el ámbito literario. Expuse que la literatura era, en cierto modo, la parte de mi vida que me purificaba y no me era posible transgredir mi ideal inmaculado de la cultura literaria, y veía vergonzoso que los demás sí lo hicieran. Él ni caso y a lo suyo, abrir la cola de pavo real decrépito ante la escasa afluencia de público y pavonearse suplicante de nuevos admiradores.
   Terminó el acto y el ínclito se puso a regalar libros suyos, firmados in situ, sin esperar a que yo subiera al estrado para leer mi único poema. Mi ¿amigo? se pavoneaba junto a él, como buen lacayo de rey efímero. Pasaron los minutos y yo los veía desde el escenario, sin que nadie reparara en mí. Comenzó a sonar la música en el bar y decidí largarme a casa. Allí estaría más cómodo, desde luego. Al día siguiente me llamó por teléfono para recriminarme mi actitud. Le pregunté si le había gustado el único poema que debería haber leído aquella noche y que me fue imposible leer. No supo qué contestarme, colgó el teléfono y aún no lo he vuelto a ver. Tampoco espero volver a ver al prócer. ¡Qué le vamos ha hacer!, prefiero un cocido de legumbres al más excelso de los caviares. Pero sobre todo prefiero la verdad y realidad mostrada en la ficción, la sinceridad poética, aunque produzca heridas incurables, antes que la impostada supuesta belleza de un mundo sectorial y podrido, el de las letras, del que tanto falso e hipócrita miserable vive a costa del esfuerzo laboral y del sacrificio del sencillo y humilde pueblo de España.

6 comentarios:

  1. Le felicito por el post. Ha narrado, serenamente, algo que, de una forma u otra, hemos padecido los que creemos en esa forma de entender nuestro quehacer literarios.
    Me habría encantado haber estado aquella noche en el 1900. Haber conocido a su ¿amigo? y terminar sentada a su lado en la ¿soledad? del escenario.
    Me gustaría conocer ese poema: el no leído.
    Encantada de haber tropezado con este blog.

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  2. Este es el poema que no pude leer:

    PROMESAS

    Prometo despertarme cada día con el asombro
    de ver amanecer la vida en el lago de tus ojos,
    prometo abrazarme a tu sonrisa como un moribundo
    se aferra a su existencia, cogerla entre mis manos
    y guardarla muy dentro de mi pecho, con la hondura
    exacta con que se siembra una semilla, regarla
    y esperar que brote el manantial de sol y de deseo.

    Prometo aceptar con júbilo cada hueco que me ofrezcas,
    ir llenando poco a poco el vacío y los abismos
    y entregarte toda luz que ilumine el caminar incierto
    de los hombres, abrir las puertas del ensueño y mostrarte
    la sutil arquitectura de dos cuerpos, como juncos,
    que se abrazan tambaleantes, pero evitan el declive.
    Prometo agarrarme a ti y no ceder jamás a la tormenta.

    Prometo nunca callar ante lo indigno y avergonzar
    públicamente a quienes idolatran la codicia y el terror,
    construir nuestra casa sobre el árbol que da sombra
    a los perdidos, los ebrios de dolor y de injusticia, clamar
    al mundo que es posible el amor sin flores laceradas,
    que nadie pertenece a nadie si todos deciden entregarse.
    Que mi corazón es feliz cuando lo llevas en tus manos.

    Prometo cuidar tu ausencia como a un niño abandonado,
    nunca preguntar cómo llevaste a cabo la odisea, me basta
    con saber que fuiste feliz en el trayecto y que vuelves
    con el fulgor en tu sonrisa, ávida de entregármela en un beso.
    Yo esperaré siempre, con mi deseo intacto, tu llegada,
    encenderé la lumbre del hogar y allí, al calor del fuego,
    limpiaré tu cuerpo con la lluvia encendida de mis labios.

    Prometo amarte a ciegas,
    con la imprecisa proporción del universo.


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  3. Joder, Francis, qué hermoso.
    "Prometo agarrarme a ti y no ceder jamás a la tormenta."
    Inmenso verso.
    Te agradezco el detalle de mostrarme tus "Promesas"...
    Besos.

    _______
    (¿Sabes? Tras leer tu poema, casi mejor que no lo hayas leído. Habrías dejado en pésimo sitio a la reinona J.L.R.P)



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  4. Suscribo lo dicho por Alejandra. En pésimo lugar hubieras dejado a .J.L.R.P. de recitar tal poema en sus propias narices. Estoy seguro de ello por la intensidad que emana tu poema. Algo imposible de hacer para aquellos escritores que han olvidado escribir con el corazón y escriben en pro de su cartera.

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  5. A ambos, gracias, me alegra que os haya gustado.

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