lunes, 17 de diciembre de 2012

EL ASUSTAVIEJAS

   Alfredo estuvo trabajando durante años como asustaviejas. Ya saben, era uno de esos señores que indagaban entre casas antiguas de planta baja en busca del más suculento solar. Su jefe, un promotor que ahora permanece huido en algún paraíso turístico y fiscal, se portaba muy bien con él y cada vez que lograba adquirir, por cuatro perras, la vivienda de algún viejo asustado le premiaba con un regalo de 500 euros y una loca noche de putas.  Eran tiempos de dádivas maravillosas para Alfredo y su joven novia y, pronto, cambiaron el piso de 50 m2 en un barrio de la periferia en el que vivían por un adosado con jardín en un resort, promoción de su jefe, en un pueblo cercano con playa. Con la hipoteca no tuvo problema, el banquero de su jefe se enrolló y además de facilitarle la compra del chalecito, también incluyó  en la misma un deportivo para él y un 4x4 para su señora. Sí, se casaron, como ella quería. ¿Cómo iba él a imaginarse un panorama como el actual entonces, si ganaba aproximadamente millón y medio de pesetas al mes y tres cuartas partes las cobraba en negro? Además, ¿quién podría resistirse al gratificante placer sentirse rico y poderoso? Nada hay más gratificante que te reconozcan en todos los restaurantes y locales elitistas de la ciudad.
   Pasados los años prodigiosos, estalló la burbuja inmobiliaria y el jefe de Alfredo se largó, dejando marrones en el banco, hacienda, proveedores, empleados y clientes que habían entregado las entradas de unos pisos que jamás serían construidos. La tortilla se dio la vuelta y ahora la demanda era la oferta, todos vendían, nadie compraba. Ya, lo de asustar viejas, no se pagaba. Y, de la noche a la mañana, Alfredo se quedó sin jefe y sin trabajo. No hay problema, en lo mío soy el mejor, se decía, pero pasaron los meses de dolor y decepción al comprobar cómo aquellos que entonces decían admirarlo, mientras él invitaba las copas, ahora lo detestaban sin pudor, como el despreciable ser humano que siempre fue en realidad. Tantos años dedicándose a lo mismo y, ahora, con 43 años ¿de qué iba a trabajar? Su mujer era la encargada de un comercio de explosiva lencería que también se fue apagando y tuvo que cerrar. Y en noviembre de 2010 sonó en el teléfono la primera llamada del banco. Ya era otro director el de su banco, por supuesto, menos proclive a dar y con inmejorable arte para la extorsión, bien aprendida en alguna academia financiera. Ya se sabe que en los bancos los únicos que permanecen en sus puestos son los que están en la cúpula, estos siempre, y pase lo que pase, blindan sus cargos y sus exorbitantes sueldos.
   Alfredo consiguió vender el deportivo para pagar algunos vencimientos de la hipoteca, pero no el 4x4 que estaba a nombre de su mujer y con el que ésta se largó a no sabe dónde. El día en que fue despedida apareció con dos maletas llenas de conjuntos de lencería erótica y le dijo a Alfredo que ella era muy joven para tanto drama y que pensaba que sus firmes y bien puestas carnes serían más jugosas en una nueva comedia y con otro galán de mejor porte y alcurnia. Desde entonces Alfredo no levantó cabeza. No sé si ya le habrán embargado el piso. La última vez que lo vi fue en la cola del supermercado de Cáritas, mirando hacia la residencia de ancianos cercana y tenía algo extraño en los ojos. No sabría decir si era envidia, odio o arrepentimiento. Quizás estuviese pensando en tantos viejos y viejas como asustó a lo largo de su vida, en el dolor inmenso que causó conscientemente, movido únicamente por la ambición y la codicia. De lo que sí debe estar seguro es que la mayoría de aquellos ancianos a los que extorsionó, ahora, con el exiguo pago del hijo de puta de su jefe, viven con el resto de sus días pagados en alguna residencia de esas y, además, el estado les paga al menos una menguante pensión. Y él, en cambio, ha sido abandonado y traicionado como un perro, está de deudas hasta el cuello y a un paso de ser arrojado a la calle, si es que aún no vive a la intemperie. Desde entonces no lo he vuelto a ver, de eso hará ya casi una año, pero hoy me ha parecido oír en algún sitio que el tal Alfredo ha sido...

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(No sé que pensaréis de este o estos personajes. No sé qué emociones, positivas o negativas, habéis sentido al leer este texto sin final. Sólo deciros que la historia no es más que una invención, pero teniendo en cuenta la realidad que nos circunda en esté país de lazarillos y quijotes, bien podría ser la historia real de cualquier vecino. Asustadoras de viejas conocí, de modo que existieron y los otros personajes no se esconden, son como el pan de cada día. Sólo me queda una cuestión que plantearos y esta es la pregunta: ¿Si este personaje fuese real, qué pensáis que estaría haciendo ahora? Espero vuestras respuestas y veamos el nivel empático y la capacidad analítica de cada uno. Tan sólo tenéis que elegir el final de esta historia y exponerlo).

1 comentario:

  1. Lo ideal sería que Alfredo se diese cuenta de sus errores, rectificase y fuese capaz de reiniciar su vida de algún modo, pero lo más probable es que Alfredo no tenga capacidad analítica ninguna y que amargado por su mala suerte(siempre culpa de otros no de él mismo)acabe en algún portal con frío, oliendo a orín y a alcohol.

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