miércoles, 26 de diciembre de 2012

LA CENA DEL AÑO DEL ESCEPTICISMO


Una pequeña parte de lo recogido

   Si este año 2012 que se va ha logrado cambiarme en algo ha sido en dos cosas: ahora soy mucho más escéptico que antes, pero también me niego a serlo mucho más que antes y lucho con más fuerza contra ello. Qué parecidas son a veces la percepción de justicia en el otro y la simple expiación de los pecados con la intención de ganarse el perdón. La justicia nada tiene que ver con la caridad, aunque ambas sean convenientes en este estado de crisis económica. Hacia lo que tenemos que caminar es hacia la honestidad y hacia la capacidad empática del dolor ajeno. Yo cada vez creo menos, incluso en los histriónicos que se esfuerzan en mostrarme esa falsa pose de humanista que tanto publicitan. Sin embargo, si no creemos ¿qué nos quedaría? Nada. Por eso debemos seguir creyendo, porque si no existe aquello en lo que creemos, sólo creyendo en ello lograremos hacerlo posible.


Cena de Nochebuena en la plaza de las Monjas, Huelva.

   Muchos tendremos la impresión de haber contribuido a la justicia social, tan sólo por haber ido a gritar a las múltiples manifestaciones contra el gobierno. Estaremos satisfechos con nuestra cuota de sacrificios, pero nunca dispuestos a reducir nuestras exigencias. Otros están en esto porque han visto la luz, ya que en sus casas, grandes desiertos a oscuras, no existe eco que les devuelva la chispa. La de la vida, claro, ¿a cuál creen que me refería? Otros simplemente quieren más luz siempre y su designio es buscar continuamente los focos. Otros, los ingenuos, están viviendo su maravilloso mundo particular de Alicia. Otros, como yo, sólo escriben discursos que apenas interesan a nadie, pero que mantienen limpia su conciencia. Otros, los más miserables, tratan de manipularnos y otros, los algo menos miserables, esos que sí conocen la diferencia entre la justicia y la caridad, tratan de engañarnos intentando sacar pequeñas tajadas, como las monjitas de Granada. ¿Recuerdan? Pero, en realidad, casi nadie hace tanto como podría.


Mis amigas Chío y Kina

   Hacer, lo que se dice hacer, es lo que han hecho mis amigas Chío y Kina en mi ciudad Y como todo lo bueno, supongo que habrá surgido de la confluencia de un corazón más humanista que humano y una idea azarosa, un ¿por qué no? Ellas colgaron en el facebook una convocatoria http://www.facebook.com/events/383214378437740/?ref=3 para una cena de Navidad solidaria en la mayor plaza de la city y en tres días la montaron, recorrieron los comercios de la zona, siendo la recogida de alimentos, juguetes para los niños, mesas y sillas, espacios de cocina cedidos, etc, alucinante. El día 24 cenaron medio centenar de personas a la intemperie, bajo la agradable temperatura del amor compartido, entre todos ellos cinco familias desahuciadas. Los niños sonrieron aquella noche, mientras las luces navideñas de la calle refulgían en sus ojos. Hoy he visto la fotografía de todo lo que ha sobrado de lo mucho que lograron recaudar y, sí, la bondad humana existe. Chío, Kina y sus reducido grupo de colaboradores son la excepción por la que debemos luchar contra el escepticismo, esa ola cruel que aspira a ser tsunami para, definitivamente, derribarnos.   

1 comentario:

  1. Desechar.
    Todos tenemos nuestros altibajos y nuestras razones para hacer lo que hacemos. Cada uno tendrá que luchar con sus demonios y sus fantasmas. Si nos paramos a diseccionar las razones que tienen los demás (con la gran excepción de políticos y profesionales) para hacer lo que hacen podemos encontrarnos solos, muy solos. Hay un orden natural en esto. Despues del escepticismo o mas bien desconfianza total, debe venir Desechar. Eso ha sonado un poco I Ching pero asi me siento. A golpe de desilusión se aprende a no confiar en todo lo que te dicen, a escudriñar a todo el que habla de solidaridad y recelar todas las acciones de perfil revolucionario o humanitario. Derrepente estamos cargados de alarmas que saltan y pitan cada vez que se pronuncian ciertas palabras con aire de seudorevolución al estilo Ikea. Derrepente nuestra revolución esta en anuncios de televisión y no es mas que una burla grotesca y patetica de todos nosotros. Derrepente ya no hay revolución, solo un brote de insatisfacción. Puaj! Son tiempos para vivir en revolución y por eso poco a poco debemos aprender a desechar. A desechar la información que no nos sirve para nada, que solo nos envenena, que nos hace sentir mejores que otros y que nos lleva al análisis infinito. Esa búsqueda de la perfección en otros que precede la completa inacción en nosotros.
    Gracias por tus palabras Francis!

    ResponderEliminar