viernes, 28 de septiembre de 2012

   ¡FASCINANTE!

   Fascinante. Será perverso. Fascinante fue la palabra que usó ayer, en Nueva York, Rajoy para expresar su visión particular de la situación política y social que atraviesa España. ¡Fascinante!, debía exclamar, mientras exhalaba el humo de su puro en Wall Street, pensando en la voraz represión del pueblo a manos de sus mercenarios policías. Pero eso sí, lo decía desde Nueva York. ¿Qué curioso que el 25S le pillara de viaje? Igual tiene un poco de cangelo y siendo tan astuto, tan prudente, procura siempre alejarse del fuego. A él le gusta observar las luchas desde afuera y, justo a tiempo, arrimarse al vencedor. Los laureles y ese porte garboso del éxito. Eso, para él, es lo mejor de ser político primero y, por fin, presidente. Por eso ha sacrificado tanto tiempo de su vida, ha tragado indignidades, ha sufrido derrotas dolorosas pero ha vuelto a levantarse y ha vuelto a caminar, convirtiendo los azotes en palmaditas en la espalda. Por eso, a base paciencia y un aliado llamado crisis, logró merecerse, quizá inmerecidamente, el premio. Y ahora que lo posee no va a dejar de disfrutarlo. No. Camina, elevando el buche, como buen pavo real, por Wall Street, observando los edificios financieros y piensa en que ya nadie logrará alejarle de los acogedores pies de esos gigantes. De aquí no me mueve ya ni Dios.

   Fascinante, escribió en su carpeta, el periodista que hizo la pregunta al presidente. Es posible que aquella misma mañana hojeara varios periódicos mientras desayunaba y, en todos, en primera página, se mostrasen fotografías tremendas de la brutalidad policial ejercida por los antidisturbios en Madrid. Es posible -¿por qué no?- que, una semana antes, ese mismo periodista tuviese que cubrir una noticia sobre el avance exponencial del hambre en España. Es posible. Pero se trago su ira, su indignación y su integridad y escribió: “El presidente Rajoy describe la situación actual de España como fascinante”. Y pensó en sumiso silencio: Lo que tú digas colega, pero que me suban el sueldo.

   ¿Cómo se puede describir la situación de España como fascinante, sin ser un idiota perverso y un miserable malnacido? En España, en el mismo momento en el que escribo este texto, hay decenas, acaso centenares de personas con dolores insufribles porque no pueden acceder a los medicamentos, En estos mismos minutos hay familias que se miran esquivas, cómo se miran las bestias hambrientas en las que se están convirtiendo. Quizás, en estos eternos segundos, alguien esté a punto de lanzarse de su balcón, porque ya le es insoportable su vida de miseria y humillación. ¿A quién coño le puede resultar fascinante esa situación? Porque esa es la situación actual de España. Un tsunami de hambre, miseria y humillación que se extiende por el país como la sombra de una negra nube cargada de crueles presagios. Nadie quiere ver la realidad y ésta es la realidad que nos espera si seguimos cada uno a nuestra bola, persiguiendo laureles ridículos, prestigio impostado o, simplemente, callándonos agradecidos por el sueldo. Esa es la realidad y no es nada fascinante, estúpido Rajoy.

   Los españoles, en general,  adolecemos de un gran fallo, somos soñadores quijotescos por naturaleza y eso nos impide percibir la realidad tal y como es. Unos en su ensoñación de poder y acumulación de capital y otros con la generosa idea de construir un mundo mejor y así convertirse en héroe aclamado, permanecemos ambos ciegos ante lo que ocurre en la casa del vecino. Unos imaginando en cómo hacer más dinero para robar más y otros imaginando que el dinero es infinito y surge de un manantial como el agua, somos incapaces de asumir que se acabó la fiesta, que ya todo ha dejado de ser fascinante. Pero el peor de los dramas es que nos es imposible cambiar la realidad sin aceptarla antes y en este país, desgraciadamente, siempre se actúa primero y se reflexiona después. ¡Qué pena que el ejemplo de Islandia, en España, no sea más que una utopía!

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