lunes, 24 de septiembre de 2012

AUSTERIDAD Y EL 25S
                     
   ¡Qué difícil es soportar la austeridad impuesta por los otros, pero que reconfortante para nuestro espíritu altruista resulta la autoimpuesta!, está frase pronunciada por el sabio José Luis Sampedro, en el programa Salvados emitido ayer, debería presidir todos los lemas del 15M y, sin embargo, jamás la he visto escrita en una pancarta. Sí, porque en esa frase está la madre del cordero sagrado, el quid de la cuestión, la toma de conciencia y el realismo absoluto sobre los graves problemas que acucian a la sociedad española en este momento de nuestra historia. Todos queremos más y nada nos parece suficiente, sin darnos cuenta de que todo aquello que en demasía nos sea entregado, se convertirá inmediatamente en carencia vital para otro. Y decimos ser solidarios, cuando la verdad es que no somos más que unos oportunistas que, sin reflexionar, anunciamos milagros imposibles, como demagogos irremediables, sólo porque por ello conseguiremos sin esfuerzo los aplausos del pueblo incauto, ese tan necesitado de esperanza. La vanidad es un demonio con cara de ángel y, a veces, ha provocado sin querer el nacimiento de algún que otro manantial de sangre. Esperemos que mañana no sea el caso.



   ¡Qué bonito suena todo! ¡Qué armonía de deseos inspiradores! Suena a música celestial, a querubines tocando en el arpa una melodía dulzona sobre nuestras cabezas. ¡Y cuánta ingenuidad en todo! Sobre todo en el 5º punto. ¿Cómo pretenderán pagar a todos sin un euro en la caja del tesoro público? Anular los recortes me parece justo, pero ¿cómo afrontaría el gasto un estado que inmediatamente se vería obligado a declarar la suspensión de pagos? A esto me refería cuando os hablaba de prometer milagros, algo que, al parecer, ya no es exclusivo de los políticos. O ¿es que acaso los convocantes de esta manifestación del 25S tienen ínfulas de serlo? No obstante, todas las demás peticiones quizá fueran posibles y, desde luego, necesarias. Pero echo en falta otras de mayor enjundia y enfocadas hacia una sociedad más justa e igualitaria. Por ejemplo, nada se dice de anular los privilegios de los políticos, ya que tan sólo se habla de la dimisión del gobierno y nada se dice de revocar su acta a los demás parlamentarios. Nada se dice sobre la democratización interna y real de los partidos, sindicatos y federaciones. Nada sobre la estipulación de un sueldo mínimo de subsistencia para las personas (al inicio de la convocatoria, los anunciantes prometían un sueldo de 2000 euros para cada españolito, pero afortunadamente han comprendido su necedad y lo han borrado). Nada sobre el acceso a la alimentación y a un techo para aquellos que han dejado de tenerlo. Nada sobre la expansión del hambre que el estallido de esta bomba de irracionalidad (si llega a ocurrir mis peores presagios) puede acarrear. Nada de organización, de consenso estratégico, de unidad real y sin fisuras. En fin, queda poco más de 24 horas para saberlo. Pero yo estoy convencido de que mañana será un día negro para la historia de España, en el que la sangre volverá a correr por las calles de Madrid. Ojalá me equivoque y tenga que tragarme mis palabras públicamente, lo haría sin dudarlo si todos me demostráis vuestras intenciones pacifistas y la acción transcurriese sin violencia. Todos. Desde el anciano, lógicamente airado tras ser estafado en las preferentes bancarias, hasta el joven que, desgraciadamente, nunca ha podido contribuir con el estado de bienestar, pero reclama sus derechos ganados con el sudor de la frente de sus abuelos.

   Ya ven, en esta parodia esperpéntica que es la España actual hasta es posible perder lo que jamás se ha tenido ni merecido. Así de lloricas somos. En vez de colaborar, solidariamente, con el esfuerzo conjunto de todos, gritamos y exigimos más regalos, como el niño travieso que promete ser bueno mientras cruza los dedos de sus manos, ocultas tras la espalda. No sé qué pasará mañana. Imagino que las emociones serán fuertes e indómitas, difíciles de contener. El grito unido de la masa hará temblar los corazones enjaulados en la caja torácica de cada uno y el río recorrerá el curso impuesto por la corriente. Las piedras del camino serán ¿esquivadas o arrasadas? ¿Será acallada la melodía celestial por la percusión cruel de los disparos? No lo sé. De lo que sí estoy seguro es que mañana cambiará el curso de la historia española. Para bien o para mucho peor, depende de lo que ocurra.

   Pase lo que pase, lo que sí me atrevo a afirmar es que mientras no comprendamos la importancia y altura humanística de la frase pronunciada por José Luis Sampedro,  la raza humana estará en peligro. Aquí, en España, y en todas partes. Deberíamos oír más a sabios imprescindibles como él y prestar menos atención a mesiánicos ingenuos, irracionales y pletóricos de vanidad.


    

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