miércoles, 26 de septiembre de 2012

¡QUÉ PENA DE PAÍS!

   Bueno, los sedientos de sangre estaréis contentos. Ya ha corrido el líquido rojo por las calles de Madrid. ¡Ya estalló la revolución!, gritaréis eufóricos, tras la noche desbordada de adrenalina. ¡Esto no hay quien lo pare ya! ¡Viva la anarquía o Viva Franco!, yo qué se. ¡Muerte a la democracia! ¡Abajo el estado!, gritaréis los más fanáticos y descerebrados, en plan chulitos, como grandes héroes patéticos o mártires con pose de osito de peluche frente a las cámaras, si formáis parte de los detenidos. Todo muy guay, muy chachipiruli. Sí, pero a ver quien es el guapo que le dice a la madre del chico herido grave que su hijo volverá de la capital con una lesión medular, más o menos, convertido en un vegetal. ¡Qué vergüenza y asco me dais y qué avergonzado me siento de pertenecer a vuestro país! Y algunos aún exponíais anoche vuestros comentarios en las redes sociales con una inmensa V de victoria. ¡Seréis cabrones! Pero ¿es que aún no habéis tenido suficiente? ¿Qué cojones queréis? ¿Conducir a este país a otra guerra civil, para luego enjuagaros vuestras sucias manos con las lágrimas de los abuelos que asistan a la muerte de sus nietos en directo? Porque esta vez será distinto. El drama produce morbo a una sociedad enferma como la nuestra y eso genera audiencia.

   La convocatoria del 25S siempre estuvo mal diseñada. Siendo sus reivindicaciones justas y necesarias y ciertamente reflejando el drama actual que viven los ciudadanos españoles, se equivocaba, sin embargo, en el concepto democrático en sí mismo, dando cabida en la protesta ciudadana a grupos antidemocráticos que, de forma espontánea, se adscribieron a las miles de convocatorias lanzadas por las redes sociales. Eso, para entendernos, sería como decir que tan buen defensor del fútbol es un hooligan neofascista, como lo es el bueno de Iniesta. Pero es que además, era evidente que la manifestación carecía de una mínima organización que solidificase la homogeneidad de postulados, los mensajes aparentaban ser unitarios, pero no lo eran en realidad. Ya a las dos de la tarde pude ver en el telediario de La Sexta como, mientras entrevistaban a uno de los organizadores y que decía expresar con rotundidad la única intención de rodear pacíficamente el congreso, otro manifestante, junto al entrevistado, pintaba en una pancarta la frase: ¡Ocupemos el congreso! Más tarde, durante la cadena humana de miles de personas que caminaba hacia el parlamento, la unidad se rompía claramente desde el cielo por el colorido tan desigual de las banderas. ¿Y aún seguimos cometiendo la soberbia estúpida de pensar que reflejamos el sentir de la mayoría de los españoles, cuando hubo más gente celebrando la victoria en la supercopa de Europa del atlético de Madrid que ayer en la protesta? ¿Acaso estamos ciegos o es que no somos más que unos pobres idiotas, incapaces de comprender la realidad? Si el 15M no estaba muerto como movimiento social (no así como conciencia), ayer lo acabaron de asesinar los malnacidos que usaron la violencia.

   Diréis que por qué no hablo de la desmesurada reacción policial. Bueno, ese es un capítulo que deseo dejar para otro día. Quizá mañana. Lo que está claro es que el gobierno tiene miedo y ha perdido el Norte. Fueron indignas las órdenes de los mandos policiales y sus jefes políticos. No se puede criminalizar a todo el mundo, tal y como hicieron desde tempranas horas de la mañana, registrando vehículos, cacheando a personas pacíficas cuyo único crimen es vivir una situación económica y familiar desesperada, provocando en cierto modo al pueblo, coaccionándolo y llevándolo a límites inhumanos de humillación pública. Algunos parecían mercenarios, más que servidores del pueblo. También los habría –cómo negarlo- tan asustados y confusos como los indignados indefensos que les mandaban apalear, seguro, aunque supieron disimularlo ante sus mandos, temerosos de que, con la reforma laboral aprobada por el PP, los dejarán en la puta calle sin indemnización alguna. Está claro que se soporta mejor la mala conciencia si dispones de un buen sueldo. También siento vergüenza y asco de estos tipos y también me siento avergonzado de pertenecer a su país. La utilización de la fuerza bruta para humillar, vejar, someter y torturar a otro ser humano es abyecta e inmoral, venga de donde venga, y jamás puede ser purificada, ni justificada.

En fin, ¿asistiremos hoy a un nuevo capítulo de la atípica y original toma del congreso, al estilo de Berlanga, pero con muchos más tintes dramáticos, o el sentido común se impondrá en ambos bandos? Esperemos que sea lo segundo, aunque mucho me temo que los incidentes de ayer, provocarán una estampida entre los ingenuos e incautos que ayer fueron arrastrados y encerrados en la ratonera en la que se convirtió el perímetro del congreso. Amas de casa, ancianos que sufren por la situación de sus nietos, jóvenes pacifistas de verdad, padres preocupados por el futuro de sus hijos, dependientes que reclaman su derecho a una existencia digna, etc… Cientos o miles de personas que llegaron ilusionados a Madrid con la sana intención de defender una justa y consensuada democracia para todos los españoles y que se irán amargamente defraudados y doblemente indignados por la deriva irracional en la que muchos otros indeseables desean navegar. ¡Qué pena de país!  ¡Qué maldita pena de país!  

2 comentarios:

  1. Excelente comentario, al que me adhiero íntegramente, ya ve usted.

    Lo peor del ingenuismo es que siempre hay listos que lo aprovechan y lo manipulan.

    Es hoy más necesario que nunca que aparezcan voces juiciosas y análisis lúcidos. Un abrazo.

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  2. Muchas gracias, Manuel. Son tan pocos los que piensan como nosotros que es gratificante encontrarse en el camino.

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