martes, 20 de noviembre de 2012

EL NIDO DE LAS SERPIENTES

  El huevo de la serpiente lleva tiempo incubándose y, si no lo evitamos, eclosionará muy pronto.
   Hitler no ganó las elecciones democráticas alemanas de la noche a la mañana. Necesitó casi una década para conseguirlo. Las condiciones de aquella Alemania de entreguerras era muy similar a la que vivimos actualmente en España. Su economía estaba hundida y completamente ahogada por las deudas externas contraídas, tras la derrota en la primera gran guerra;  sobrepasaban los 5 millones de parados; y la miseria y el sufrimiento se extendían por aquel  vasto y gélido territorio. Los muchachos alemanes carecían hasta de unas alpargatas con las que combatir el invierno. Por ello muchos de aquellos muchachos y ya no tan muchachos aceptaron de buen grado los uniformes de las nuevas milicias del partido nazi, pues no disponían de otras prendas con las que abrigarse. Con las mujeres otro tanto. Hartas de vagar por las calles, vendiendo sus cuerpos al mejor postor o, simplemente, a cambio de algo que llevarse a la boca y que les mitigase el hambre, aceptaron eufóricas su enclaustramiento en la cocina, ya que eso significaba poseer un fogón con el que cocinar y un hombre al lado y al que parirle muchos hijos. El pueblo aceptó el nazismo porque éste se preocupo de colmar sus necesidades y, bueno, si eso significaba la caza indiscriminada de judíos y extranjeros, pues ojo que no ve corazón que no siente, exceptuando, claro está, a algún carnicero que otro que no le ponía reparos a nada a cambio de un mejor trozo del pastel. No lo olvidemos. Fue el pueblo alemán quien, con sus votos, otorgó el poder a la serpiente.
   Se multiplican los áspides progenitores y la temperatura del huevo aumenta. En cuanto la frágil cáscara se quiebre, los crótalos tratarán de abandonar la cueva y desearán mostrarse esplendorosos bajo la plenitud del sol.
   Y lo peor de todo es que mientras nosotros discutimos, protestamos y copiamos sin pudor las ideas de los otros, la miseria crece en nuestro país, el sufrimiento es cada vez más extremo y el drama de la imposibilidad de subsistencia se acrecienta cada vez más en las familias y en los barrios de nuestras ciudades, siendo la mejor semilla para abonar los campos del odio hacia el otro, ese semejante que ya empezamos a catalogar como el mayor de todos los enemigos y al que sería necesario exterminar”. Terminé con esta frase mi artículo “Las semillas del odio”, allá en agosto y la evidencia lo es cada vez más. Seguimos discutiendo entre nosotros, sin ponernos de acuerdo en nada. La izquierdas y el sector moderado más centrista está hiperdividido en innumerables matices, tan absurdos como innecesarios en este momento. Que si las corridas de toros, que si la tetas de la concejala en internet, que si el viaje de la Botella, que si el elefante del rey, que si una parlamentaria bocazas dijo que se jodan, que si… Unos defendiendo a los animales, otros el voto en blanco, otras el feminismo radical, otros el matrimonio como Dios manda, otro a los indios aimara… Cada uno por su lado, en una discusión eterna en la que ninguno de los muchísimos actores ni cede, ni está dispuesto a llegar a un acuerdo. Mientras tanto, ellos, los reptiles y los lobos, se allanan el terreno y preparan su ofensiva con una hábil estrategia ya prediseñada.
   Reptiles o lobos, serpientes o rapaces sangrientas. Se disfrazan, se enmascaran, cambian de estrategia, pero todos comparten un objetivo definido. Sobramos en su concepción de Estado soberano.  
   En sólo dos días ya han salido dos veces en las cadenas televisivas del país. La primera ha sido la visita este domingo del líder del Amanecer Dorado griego para dar una conferencia en Madrid y la sala estuvo a punto de reventar de tanto aforo. La segunda el anuncio del grupo fascista “España 2000” de convertirse en ONG. Han comenzado por Valencia, en barrios marginales como Benicalap o la Fuensanta, en los que el descontento obrero y el desamparo de estos por parte de la administración los convierte en el mejor caldo de cultivo. Pero Valencia sólo es el exponente más diáfano, hay nidos de serpiente en todas las ciudades españolas. No es de extrañar que la inmensa mayoría de sus afiliados sean jóvenes. Jóvenes y adultos en paro, en exclusión, sin estudios muchos de ellos, y carentes del más mínimo recurso, que sobreviven gracias a la ayuda maquiavélica de estos grupos, dejándose adoctrinar por los fascistas, incubando el odio y la violencia que ya empieza a estallarnos en la cara. Como en la Alemania de los años 30. ¿Cuándo tardaremos en vislumbrar las primeras milicias? Según Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia en nuestro país, en España ya existen 2000 webs nazis y cada año los sin techo, los homosexuales y los inmigrantes sufren 4000 ataques violentos por parte de estas asquerosas serpientes. Y peor aún, su discurso xenófobo y visceral, su lenguaje de confrontación y beligerancia, comienza a imponerse en los medios.
   Pronto, muy pronto, intentarán abandonar la oscura humedad de sus madrigueras. Y se metamorfosearán en águilas depredadoras de picos y garras  punzantes. Y pelearán por devorarnos el corazón.
¿Vamos a seguir discutiendo, sin buscar la unidad y sin hacer nada conjunto entre nosotros?
  

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