domingo, 11 de noviembre de 2012

CURIOSO LABORATORIO MORTAL

   Es curioso. Antes, cuando la economía fluía caudalosa en casa, me jactaba de nunca ver la televisión en los círculos intelectuales de mi pequeño universo. Y, sin embargo ahora, no tengo reparos en confesaros abiertamente que observo, a veces durante horas, la caja tonta. Qué otra cosa podemos hacer aquellos que vivimos con una economía tan raquítica que ya nos es imposible poder adquirir libros, ir al cine o salir a tomar unos vinos y unos pinchos con los amigos. Ahora mi universo intelectual ha quedado reducido a los programas de debate político y social en las distintas cadenas de televisión. Con tantas relecturas y con los precios desorbitados de la copas en los bares de la bohemia de mi ciudad, ya no es posible alternativa.

   Es curioso. Siempre creí estar convencido de que las más grandes y estúpidas pasiones, que la excelencia del ser humano, así como su honda bajeza en otros casos, herviría por la esquinas de las calles de las urbes, que en cada metro cuadrado de asfalto y de intemperie convivían infierno y paraíso. Y, ahora, las avenidas parecen ángeles desolados y sin alas, esbozos difuminados en un tiempo de profunda tristeza, la sombra infinita de la nada. En cambio, en la pantalla bullen a la par la vanidad y la modestia, el altruismo y la codicia, la abyección y el carisma, la pose y la sonrisa verdadera, la podredumbre moral y el rebajado precio de la dignidad humana, la crueldad gratuita y los buenos gestos, claramente insuficientes.

   Es curioso. Siempre estuve convencido de la definición de la palabra periodista: investigador de la verdad, comunicador objetivo, revelador de secretos ocultos al pueblo por parte de los grupos de poder, denunciante de la corrupción, agitador sísmico de conciencias, ser humano quijotesco defensor de entuertos y de las víctimas de las injusticias. Y, ahora, resulta que en este país ya no existen periódicos, ni televisiones, ni editoriales, ni cadenas radiofónicas, ni por supuesto periodistas. Ahora sólo existen empresas lucrativas de grupos ideológicos o partidistas en los que sus asalariados (comprados chupapollas) se dedican a tergiversar, manipular, falsear e inventar noticias sobre la marcha, improvisando, sin preocuparse siquiera de lograr una estructura fiable para el cuento, con tal de que a sus jefes les guste y les sigan financiando su hipoteca. Ahora la vida da asco en los medios de comunicación, pero no por lo que cuentan, sino por la bajeza miserable de los contadores. Ayer, en el debate de Telecinco una periodista a la que el PP debe haberle puesto más de un piso no dudó en resucitar a los muertos del incendio de Castilla-La Mancha y a los muertos del atentado de la T4, tantos años después, comparando la gestión política del PSOE en tales casos con la descaradamente negligente actuación de Ana Botella y su equipo de gobierno en los sucesos del Madrid Arena. ¡Cómo se puede ser tan miserable, tan servil y repugnante! Argumentaba la individua que no fue mejor en aquellos casos la gestión y que, por tanto, la petición de dimisión de la alcaldesa era una muestra de hipocresía más de la izquierda de este país. Ya les da igual todo, han vendido su dignidad por cuatro céntimos de euro y están dispuestos a caer tan bajo como fuera necesario. Ya hasta los muertos forman parte de su ambicioso juego de poder y riqueza. Ya no respetan ni el dolor terrible de una madre que aún siente el calor frente al cadáver de su hija. Como dice un buen amigo, ya no les queda ni una pizquita de vergüenza.

   Es curioso como cambian los tiempos y los valores que le otorgan consistencia o vaciedad. Y los tiempos actuales no son más que un inmenso agujero de no materia en el que todo se difumina en una confusa concepción de los límites y que hacen imposible conocer las verdades más elementales, salvo que la muerte no aporta ninguna solución al enigma de la vida. No somos más que cobayas encerradas en un laboratorio repleto de huecas ilusiones y mentiras, en el que experimentan sobre nuestra muerte intelectual.
      

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