miércoles, 3 de abril de 2013

EL PERIODISMO DE LA RUMOROLOGÍA

   Hoy quiero hablar de algo que de sobra sé que va a crear mucha polémica, pero que a mí, personalmente, lleva indignándome dos días. La forma tan deleznable de periodismo que se está haciendo en este país ya es vergonzosa y humillante para su misma profesión. Y la facilidad tan asombrosa con la que el pueblo se deja manipular también lo es. Concretizaré mi argumentación en un caso específico con el que quizás enerve a más de uno, pero os ruego que reflexionéis sosegadamente sobre el tema, antes de que os hierva la sangre. Hablare sobre la muerte en Campillos de un padre, ahorcado, y de su hija, supuestamente y según afirman los medios con rotundidad, a manos de su progenitor. Pues bien, Como todos sabréis ya, se trataba de un individuo que acababa de firmar el divorcio y había sido condenado a seis meses de prisión por amenazas y malos tratos. Hasta ahí todo contrastado y probado. El juez le había concedido, a pesar de ello, un régimen de visitas al padre, otorgándole la custodia de la niña a la madre. De hecho, la niña había pasado las vacaciones de navidad junto a su padre sin que mediara ningún problema o reproche entre los padres, ni malestar alguno en la pequeña. Por eso esta semana santa decidieron, padre e hija, pasarla juntos, con el beneplácito de la madre. El día que la niña tenía que volver a casa de ésta no apareció, la madre denunció la ausencia y la guardia civil halló los cuerpos sin vida en el hogar paterno. Pero lo más extraño es que el cuerpo de la niña no presentaba signos de violencia y la autopsia posterior no ha revelado aún ningún indicio de qué o quién pudo producir la muerte. El cuerpo de la niña se encontró sobre su cama, acostado, impoluto, sin un solo arañazo. Sin embargo, éste hecho no ha significado nada para los periodistas que, enseguida, y posiblemente teniendo en mente noticias tan rentables y jugosas (por morbosas) para la audiencia, han afirmado con rotundidad en sus titulares: OTRO PADRE ASESINA A SU HIJA.
   En este país los periodistas ya no pueden caer más bajos. Ya no se dedican a hacer periodismo, ahora se dedican a la rumorología. Lo que importa es la rentabilidad de la noticia, que está venda muchos ejemplares de periódicos o congregue a millones de espectadores frente a las pantallas, tragándose todas la chorradas inventadas que ellos quieran. Es muy posible, incluso, que al final se encuentre la verdadera razón de la muerte de la niña y las pruebas acaben demostrando el asesinato del padre, pero aún no las han hallado. Entonces, ¿cómo se atreven ya a afirmarlo?, ¿y si resulta luego que la niña murió de muerte natural, por ejemplo, que también podría ser?, ¿acaso darían marcha atrás y pedirían perdón ante la audiencia? No, nunca lo hacen. ¿Recuerdan la noticia en la que aseguraban que una mujer iba a ser desahuciada por su exmarido, dejándola a ella y a sus hijos en la calle y, luego, resultó que era la mujer la que quería quedarse con las dos casas que compartió el matrimonio, dejando al marido en la calle? ¿Recuerdan la vara que dieron en La Sexta con el tema? ¿Se disculparon después por el error? No.
 
 
Lo peor de todo es que el inmenso error de no contrastar la veracidad de las noticias o, como en este caso, inventarlas en base a suposiciones, nos lleva a una deriva ciega y enloquecida posteriormente. Imaginemos por un instante algo que también pudo ocurrir. Imaginemos a ese hombre hundido y al que, extrañamente, todos sus vecinos definían como un buen hombre, entrar en la habitación de su hija y hallarla muerta sin saber porqué. Imaginen su profundo dolor por la pérdida total y definitiva de toda su familia. Imaginen que en el epicentro de su depresión se sienta él culpable de lo ocurrido y comience a pensar en las imágenes televisivas de otros asesinos infantiles, hombres, culpables o no, hostigados por una población con sed de linchamiento. Imaginen que recuerda, de repente, que tiene una cuerda en el cajón de la cocina y que ya no desea otra cosa que acabar con todo, atar la cuerda a la viga de su casa y acabar con todo. También podría haber ocurrido así. Tantas posibilidades hay ahora mismo de que los hechos ocurrieran así, como que las falsas acusaciones de asesinatos al final resulten ciertas. Lo único palpable es que la verdad aún se desconoce. ¿Por qué, entonces, los medios se inventan historias, disfrazándolas de una verdad incuestionable? A las asociaciones feministas les ha faltado el tiempo para, en base al asesinato no contrastado de la niña a manos de su padre, exigir la nulidad del derecho de visitas de cualquier hombre que esté en proceso de divorcio y medie alguna denuncia de su mujer por supuestos malos tratos, alegando que los jueces serán culpables de los asesinatos de los niños mientras no tomen tal decisión. La población está escandalizada y exige venganza y una rápida actuación de los jueces o del ministerio de justicia. Los responsables políticos echan más leña al fuego asegurando como ciertas las acusaciones de asesinato. Y todo sin pruebas fehacientes, en base a suposiciones, a rumores inventados. ¿Imaginan ustedes cuantos padres no asesinos se verán privados de sus hijos por culpa de la rumorología? Porque para mí, mientras la autopsia practicada a la niña de Campillo no demuestre algo concreto, todo lo que existe alrededor de este caso es rumorología?
 
   Y ahora, por favor, olviden que les he hablado de este caso y piensen en cualquier otro, sea del ámbito que sea, sucesos, política, etc, en el que las suposiciones inventadas y la rumorología se impongan sobre la certeza. Seguro que encuentran alguno, porque ya son muchos, demasiados casos, y todos deberíamos sentirnos avergonzados por ello, así como de nuestros indignos periodistas.   

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