martes, 23 de abril de 2013

EL DÍA MUNDIAL DEL MERCANTILISMO LITERARIO

   Hoy, día mundial del libro, me apetece hablaros de ese submundo oscuro que late en las entrañas del esplendoroso ámbito literario español. La escritora Elvira Navarro, de la que os recomiendo fervientemente su lectura, se expresaba ayer en su página de facebook: Va a llegar un momento en que un movimiento literario dure lo que un estado de Facebook, lo que da para pensar que la nueva temporalidad es bien generosa. Digamos que ella, que sin duda es mejor escritora que yo, sabe clavar la pulla sin jamás abandonar las buenas formas. Ella lo confiesa, escribe para gente inteligente, la del ámbito literario, escritores con prestigio, editores y periodistas culturales y no es cuestión morder la mano que te alimenta. Sin embargo, es de las pocas que, con su indiscutible sabiduría, se atreve a marcar las llagas que estigmatizan al mundo de la cultura. Yo no, yo seré más procaz en mi lenguaje, pues mi soliloquio no va dirigido a los señores de la élite, sino a vosotros, lectores espontáneos sin exigencias mitómanas.
   Ya hace muchos años, décadas posiblemente, que los movimientos literarios dejaron de existir. No os hablo del dadaísmo, el surrealismo, el futurismo, etc, de principios del siglo XX, que si surgieron de la confluencia temporal de un grupo de escritores con inquietudes similares. Tampoco hablo de los movimientos realistas de la posguerra, tan cercanos a la literatura de los escombros que surgió en Alemania tras la derrota en la gran batalla mundial. Pero, a partir de la eclosión democrática todo cambia en nuestro país. Durante algunos años, la puja entre grupos de escritores y los editores no deriva en un claro vencedor y asoman aún algunos movimientos puros, sin la exigencia del negocio. De este modo aflora la nueva cultura de La Movida, los venecianistas, y poco más, porque a partir de la fórmula literaria de la experiencia, los movimientos literarios ya no parten como una idea espontánea de un grupo de autores afines; ya es la editorial la que da cuerpo al movimiento, tratando de reunir en su nómina de autores a los que ellos creen más adecuados para, posteriormente, catalogarlos como parte de dicho movimiento. En ese momento nace el negocio editorial a gran escala. Tampoco es nada nuevo, se sigue el mismo camino que en la música. Autores efímeros y la recreación enmascarada de fórmulas rentables. Fórmulas que se repiten una y otra vez, únicamente cambiando el nombre al movimiento y a los autores. Aquello que se presenta como novedad produce mayores beneficios a la industria. Interesa el negocio, no las letras. Y cuánto más efímero sea el autor, más barato saldrá contratarlo. ¿Qué autor, en este país, puede vivir hoy de sus libros? Casi ninguno. Si no fuera por los premios, muchos predestinados a sus propios autores por las editoriales que dominan en la “pública” cultura, las conferencias y presentaciones de libros en los que la connivencia entre políticos y editoriales resulta más que escandalosa por los montantes económicos en los que se mueven, los artículos en periódicos del mismo grupo editorial, etc, de qué iban a vivir.
   Los autores aceptaron sumisos las reglas del juego, comieron de la mano de sus amos por vanidad y por codicia y ahora que todo se cae, que apenas se logran vender libros, que en las administraciones no hay suficiente dinero para contratar conferencias a todos, que los periódicos tramitan EREs, ahora van y se nos quejan con toda una ristra de frases plañideras. Ahora se matan entre ellos unos a otros por un plato de lentejas, se traicionan por situarse con más posibilidades para que le concedan algunos de los pocos premios que van quedando. Ahora están más dispuestos que nunca a vender su alma a cambio de que nadie les reemplace. ¡Cuánto patetismo, por Dios! ¿Por qué en España no existe, y quién sabe si algún día existirá, un autor como Houellbecq, en Francia? Un autor con la capacidad de generar la duda en todo. ¿Por qué en este puñetero país todo, absolutamente todo, ha sido tan políticamente correcto durante las últimas décadas? Disfrazado de provocación en algunos casos, eso sí, sobre todo en tiempos y lugares de gobiernos socialistas, pero vacío de contenido contestatario verdadero. Los escritores hemos sido durante décadas los lameculos del poder político, sus esperpénticos bufones. Salvo maravillosas excepciones como Sampedro, los demás han bailado al son de la chabacanería política y económica de este país. ¿A que viene, entonces, tanta queja? Se recoge lo que se siembra, señores, y es increíble que traten de negar lo que es tan evidente.
 
 
Hoy, día mundial del libro, reniego del mercantilismo literario y tengo el placer inmenso de decirles a los señores de las grandes editoriales que la literatura nunca morirá, aunque sigan empeñados en asesinarla. La literatura aún late en muchos cajones olvidados de nuestro país, en los libros invisibles de pequeñísimas editoriales en las que locos idealistas hacen una labor encomiable y necesaria, en blogs apenas visitados, en frases luminosas que aparecen y desaparecen en las redes sociales, en los corazones palpitantes de los que buscan respuestas a sabiendas de que no existen. Las más negras palabras vivirán, mientras se apaga la luz de los focos hiperiluminados. Y esta frase en negrita si va dirigida a ustedes, los inteligentes, los señores del ámbito literario. No dudaré de su capacidad para entenderla.

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