¡QUÉ DESGRACIA LA DE RAJOY!
“Qué desgracia la nuestra,
Rajoy ya vuelve de sus vacaciones”, reza hoy un titular del facebook. Y la
verdad, que nos ha tranquilizado un poco estos días de asueto en los que no ha
aparecido por la tele y nos hemos relajado con la fiesta olímpica, sin temor a
otra puñalada del gobierno. Pero lo bueno siempre es breve y muy pronto se
acaba. Volverá el águila imperial a revolotear en las alturas, a la caza de
pensionistas, parados e inmigrantes.
Sin embargo, pienso que él
también debe pensar lo mismo: - Qué desgracia la mía, ya se acaban las
vacaciones. Sí, porque el pobre muchacho no ha tenido respiro desde que salió
electo. Cuando ya se disponía a bailar el mambo de la mano de su Sorayita para
celebrar la victoria, le vino el Montoro con el rollo de la caída de ingresos y
el resultado deficitario de la fiesta de los políticos, banqueros y empresarios
de este país durante décadas, con su inmenso manto de corruptelas permitidas.
Y el rostro se le ensombreció. Tan apenado lo verían a la criatura, que sus
ministros le dijeron tener la fórmula mágica para salvar la situación. Poco le
duró la alegría. La Merkel lo llamó al orden y le cuadró correctamente las
cuentas. Estos ministros míos no saben ni mentir, pensaría, abrumado en su
despacho de la Moncloa. ¡Qué tristeza daría el pobre!, tan perdido en la
tormenta. Y encima estalló el trueno de Bankia, los rayos de la bolsa se
dispararon al infierno y la prima de riesgo se elevó a los pavorosos cielos del
no retorno. La sombra de la quiebra se cernía sobre la piel de toro y el pueblo
comenzaba a revelarse. Mineros, funcionarios, quincemayistas, sindicalistas, educadores,
sanitarios, etc…, gente sencilla y muy harta de malvivir, mientras unos pocos
se lo llevan calentito. Ahí ya comenzó a borrársele la sonrisa de la cara y el
paso de apariencia firme se patentó tembloroso y dubitativo. Menos mal que
España ganó el Mundial y que poco después le llegaron las vacaciones,
coincidentes con los juegos olímpicos. De no ser por algún que otro incendio todo
hubiera sido maravilloso, pensaría, hasta las contrataciones veraniegas
contraían el insostenible crecimiento del desempleo. Los especuladores se
relajan en agosto y la prima de riesgo se ha tranquilizado y lo de Bankia, con
sus vaivenes, pero cada vez se habla menos del tema, que es lo que de verdad importa,
que no está bien que vengan a tu casa y te revuelvan la basura, pensaría.
Total, que el muchacho debe haber pasado unos maravillosos días de retiro, allá
por sus tierras gallegas, alejado de las continuas preocupaciones y las
innumerables y desastrosas noticias financieras, sorbiendo buen ribeiro para
mitigar las tensiones y contestándose a todas las preguntas con nuevas y más
enrevesadas preguntas. Bendita la paciencia de los gallegos, estaría
diciéndose, cuando le vino la noticia de los asaltos del SAT a los
supermercados. Y, ahora, me lo hacen ahora, precisamente cuando tengo que
volver, es que ya el estrés me llega al cuello, Sorayita, vaya añito que llevo,
le diría a María Dolores.
Sin embargo, esas palabras
no dejan de inquietar a nuestro presidente, porque sabe que la masa hambrienta
es peligrosa, pierde la razón y se vuelve incontrolable. Y él sabe de más que está
rodeado por una colección de tontos que se han reunido para jugar a algo, sin
saber muy bien a qué y, además, ninguno se sabe las reglas. Y él cada día se siente más
sólo y más inútil en su vuelo de águila imperial herida, cada vez más ciega por
culpa de tanta altura. Qué desgracia la suya, ya se acabaron las vacaciones,
pensará, mientras el caudal de los humillados avanza, desde todos los puntos de
España, en dirección a Madrid, con la intención de inundar sus calles en septiembre.
¿Podrá algún dique contener la rabia e indignación de tantos ciudadanos?
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