EL RESURGIR DEL FASCISMO
Quisieron celebrar el inicio de la revolución
con el más impresionante de los conciertos, pero fue un desastre. Poco a poco,
la música esplendorosa de Mozart se fue derrumbando al ritmo que iban
apareciendo cadáveres sobre el escenario. Aún así, al director le fue imposible
averiguar quién era el asesino. Las primeras víctimas fueron los vientos, luego
enmudecieron los violines y, más tarde, los truenos contundentes de la percusión.
Sólo al final, cuando ya quedaba únicamente un músico, logró acertar con el
verdugo. Pero ya era tarde, el veneno del dardo clavado en su cuello comenzaba
a hacer efecto. Desde entonces, en los teatros sólo se podía oír la música de
Wagner, interpretada por la flauta-cerbatana.
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