LAS SEMILLAS DEL ODIO
No podemos reducir la historia a un simple
anecdotario que contamos según nos interese. Hemos de conocer bien la historia
antes de diseccionarla y reducirla al sectarismo que nos interesa. Si no
conocemos bien la historia jamás podremos aspirar a cambiarla. Ese es el mayor
problema que tiene nuestro país: la unificación de la ignorancia suprema con la
soberbia que pretende cargarnos de razón sin tenerla verdaderamente, ya que se
basa en razonamientos tan sólo impostados. Necesitamos leer más, culturizarnos
más, al menos tanto como los islandeses, para tener la posibilidad de cambiar
la cosas para mejor, sin que el drama de la violencia y la muerte aparezcan por
medio. Sólo hablamos, protestamos, exponemos ideas copiadas de los otros, sin
discernir el grado de manipulación que eso puede conllevar. Somos borregos que
impostadamente nos creemos líderes, dentro de un gran rebaño de borregos al que
el pastor domina a través de la orden que da a sus perros y no nos damos
cuenta. España no tiene reyes, ni políticos, ni empresarios, ni obreros, ni
ciudadanos en el trono, es el Dios de la ignorancia el que reina sin compasión.
Ya me carga demasiado las comparaciones descontextualizadas y
descontemporaneizadas que muchos hacen de la transición española. Ahora el
contexto es absolutamente distinto al de entonces, con la sombra de una posible
nueva guerra civil entre españoles. Es muy fácil hablar de democracia cuando se
ha vivido toda la vida en ella, aún cuando ésta pueda ser catalogada como irreal
desde muchos ámbitos, pero no es nada fácil construirla desde la ruptura de un
régimen antidemocrático y dictatorial, con lo muertos diarios que anunciaban los periódicos de la época y con las presiones que entonces existían
por parte del ejército profascista, el movimiento falangista, la legalización
legítima del partido comunista, etc... Si perdemos la capacidad de
contemporaneizar, perdemos totalmente la capacidad de análisis objetivo y eso
es dar palos de ciego en algo tan importante como la cohesión social. Si
perdemos la capacidad de contextualizar estaremos abocados al caos y al
resurgimiento de fantasmas que ya creíamos olvidados.
No es casual el nuevo arraigo en la sociedad
del neofascismo, como tampoco lo es el avance de la visión extremista de muchos
individuos y grupos que se autodenominan de izquierdas y que califican de
fascista a cualquiera que disienta con ellos, sin que ni siquiera sean capaces
de ver que sus postulados están más cercanos a la dictadura del proletariado al
estilo de Stalin que a una verdadera consciencia democrática. El mensaje
interesado desde ambos extremos que se da a la población, diciendo que lo que
tenemos no es democracia y de que ésta no es la mejor solución para la
convivencia social y en paz de la ciudadanía está abriendo una brecha en la
cohesión social que difícilmente podremos después arreglar. Tenemos que decir
alto y claro que sí vivimos en una democracia y que no existe mejor sistema
para la convivencia del ser humano. Otra cosa distinta es que nuestra
democracia española adolezca de muchos fallos y debamos, obligadamente, mejorarla.
La corrupción y deshonestidad de nuestros dirigentes electos no es consecuencia
de la democracia, sino de nuestros fallos específicos en la democracia que
hemos desarrollado, muchos de ellos producto de la codicia desmedida de quienes
ostentan el poder y la ambición interesada de quienes aspiran a él. Entre unos
y otros han defenestrado los valores morales y éticos de la democracia,
fomentando la ausencia de transparencia en sus gestiones ante la ciudadanía y
la ausencia de control por parte de las instituciones que deberían velar por la
honestidad e imparcialidad en las decisiones políticas y económicas. Y todos nosotros estamos moralmente obligados
a restituirlos: la justicia, la igualdad, la equidad, la dignidad humana y el
interés del conjunto de la sociedad española (sin diferenciaciones) por encima
de los intereses partidistas o particulares. Pero todo ello se conseguirá
únicamente si aclaramos de forma diáfana el concepto democrático, teniendo en
cuenta la pluralidad de ideas y pensamientos. Es decir, que únicamente lo
podemos conseguir desde el consenso y no desde el fomento de la confrontación
ideológica, tal y como tratamos de hacer en estos momentos de sinrazón. Y lo
peor de todo es que mientras nosotros discutimos, protestamos y copiamos sin
pudor las ideas de los otros, la miseria crece en nuestro país, el sufrimiento
es cada vez más extremo y el drama de la imposibilidad de subsistencia se
acrecienta cada vez más en las familias y en los barrios de nuestras ciudades,
siendo la mejor semilla para abonar los campos del odio hacia el otro, ese
semejante que ya empezamos a catalogar como el mayor de todos los enemigos y al
que sería necesario exterminar.
Debería usted partir definiendo qué entiende por democracía; así sabremos a que atenernos. Un régimen democrátco no existe hoy en España.
ResponderEliminarSaludos
http://ulpilex.es/Vitruvius/
No estoy totalmente de acuerdo con que vivamos en una democracia,la verdad.Me da la impresión de que se trata de un régimen oligárquico con fachada de monarquía constitucional.Ciertamente es verdad que para dar un paso adelante hemos de saber qué es lo que queremos,no basta con decir: fuera los políticos"
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