En el lujoso restaurante del hotel Mandarín
Oriental de New York estaban reunidos los presidentes de las más importantes
multinacionales del planeta, departiendo animosamente sobre las ventajas de la
globalización. Acababan de saborear la langosta del pacífico bañada en salsa de
mango e hinojo, cuando el presidente de Monsanto llamó al metre y le preguntó
si les recomendaba algún postre en especial.
-
Por supuesto, dijo el metre, tenemos el postre ideal para estos
tiempos de inmejorables oportunidades financieras. Es una especie de sandía
global que les traeré entera para que ustedes se sirvan a su gusto.
-
Conforme. Sorpréndanos pues, le espetó el presidente de
Monsanto.
Y en menos de un minuto apareció un camarero
elegantemente vestido que portaba sobre su bandeja lo que parecía una bola del
mundo. Todos sonrieron satisfechos, mientras agarraban firmemente sus
cuchillos.
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