viernes, 22 de noviembre de 2013

LEYES, BELIGERANCIA Y ANALFABETISMO DEMOCRÁTICO


   No entiendo a este país. ¿Es que no podemos llegar a un consenso en nada? ¿Sólo sabemos vivir en la ciega vorágine de la confrontación? Los españoles somos borregos, pero además borricos. El híbrido más prominente a la autodestrucción.

   Desde el inicio de la democracia no hemos logrado un acuerdo global en las leyes educativas. O, obligatoriedad de la religión católica y disgregación, o nada de obligatoriedad en nada y libre albedrío para profesores y alumnos. Adoctrinamiento ideológico por ambas partes  y nada más, sin preocuparnos excesivamente por contenidos y continentes. ¡Al carajo la formación de los alumnos! Lo único que importa es la alineación de los futuros votantes. En la sanidad otro tanto. O se argumenta que no es sostenible la gestión pública de los hospitales, o fletamos, desde las antípodas, aviones para operar aquí a quien nunca cotizó en España. O negamos la caridad, o nos desbordamos en ella hasta la consiguiente ruina económica.  En todo igual, es mejor pelearse hasta la extenuación y la consiguiente devastación, que sentarse a hablar como seres civilizados y centrarnos en conseguir algún acuerdo que, aunque no contente plenamente a nadie, sí nos deje en parte satisfechos. Ahora le toca a la ley seguridad ciudadana. El PP quiere devolvernos al fascismo de Franco de un plumazo y se salta a la torera la propia constitución negando al pueblo el derecho de reunión y la protesta pasiva. Mientras la izquierda se lleva las manos a la cabeza argumentando que es una ley innecesaria, cuando tampoco es así, habiendo quedado patente muy recientemente en las manifestaciones que grupos fascistas y anarquistas han llevado a cabo en la universidad complutense de Madrid y en las que encapuchados de ambos bandos han destrozado inmuebles y algún rostro inocente que otro. Claro que todo se puede regular y es necesario hacerlo para evitar hechos como éste. (¿Por qué algunos van enmascarados a las manifestaciones? Si vas con la justa intención de protestar pacíficamente y careces de ansiedad de sangre no tienes porque ocultar el rostro.) Pero para regular es necesario que entre todos analicemos los problemas y buscar soluciones que no conlleven la restricción de la libertad democrática de los ciudadanos, ni la represión contra el pueblo inocente. No podemos permitir que subgrupos de radicales antidemocráticos rieguen de sangre y caos nuestras calles, pero tampoco podemos permitir que, escudándose en tal afirmación, otros aprovechen la coyuntura y el miedo inoculado en las masas para cercenarnos de un plumazo todas nuestras libertades constitucionales.

   ¿Qué carajo le ocurre a éste esperpéntico país? ¿Por qué sólo sabemos vivir en la constante beligerancia? ¿Por qué nunca hemos sido capaces de sentarnos cívicamente y hablar? ¿O es que, en realidad, aún no sabemos en qué consiste una democracia?

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