jueves, 21 de noviembre de 2013

ESTÉTICA LABORAL



  Antes de salir de la clínica se miró en el espejo y no se reconoció. Ya no era ella, pero la sonrisa inesperada del entrevistador, unas horas después, hizo que no le importara. Esa otra que había poseído su cuerpo era displicente y generosa; le conseguía trabajo con facilidad, y sin necesidad de expresar su angustia. Imposible siendo ella misma. 
   El escote del uniforme era sugerente y el mostrador demasiado bajo. Los hombres, como moscas, se arremolinaban sobre la silicona de sus tetas. Vendía perfumes, maquillajes, máscaras de felicidad. El clic metálico de la caja de caudales no cesaba de sonar y la bolsa subía al ritmo de sus globos. Y dejó de pensar. Desaparecieron los antigüos ideales. Definitivamente. 

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