domingo, 12 de mayo de 2013

CERTÁMENES LITERARIOS

 
 
Hoy les quiero explicar cómo funcionan la mayoría de los premios literarios de este país, sin importar la región, ni el color del gobierno bajo el que se auspicia, y siendo algo enquistado en el sistema desde hace ya muchas décadas. Todo comienza con la convocatoria del mismo por parte de algún organismo público (ayuntamiento, diputación provincial, fundación, etc) o alguna entidad (banco, caja de ahorros, etc) y cuyos importes económicos destinados salen finalmente del erario público, ya sea directamente o a través de las excepciones fiscales que se otorgan a estos últimos por el supuesto de fomento a la cultura. Para entendernos mejor pongamos el ejemplo de una diputación provincial (DPX) y de un montante económico redondo (20.000 euros). Bien, los funcionarios y políticos de DPX, como todos los funcionarios y políticos, buscarán lo mismo: la mayor rentabilidad con el mínimo esfuerzo. En el caso de los funcionarios lo que buscarán con ahínco será la merma de trabajo y, en el caso de los políticos, la rentabilidad política, es decir, titulares en la prensa, prestigio, etc. Se dan cuenta de que la distribución del libro premiado  desde la misma DPX sería inexistente y, en vez de ponerse en contacto con alguna distribuidora para que se encargue del tema, como sería lo lógico, lo que hacen es cerrar el trato con alguna editorial importante a nivel nacional y estipulan el negocio de la edición con un precio acordado, encargándose la editorial de la distribución y, de paso, uniendo el prestigio de la misma al del premio en ciernes. Por su parte, la editorial impone que dos miembros de la misma pertenezcan cada año al jurado o, al menos, su voto se tenga en cuenta a la hora de escoger a los premiados, aunque, a nivel de prensa y público, dichos miembros no figuren como parte del jurado. Aquí es donde la espita de la putrefacción se abre.

  
La editorial, normalmente, tiene a algunos autores a los que desea publicar en la recámara, a la espera de poder publicarles sin coste alguno. ¿Por qué van a correr con los gastos de la edición de su autor si, consiguiendo que sea el premiado del certamen literario de DPX, será ésta la que abone los gastos o, incluso a veces, pague el doble o el triple del gasto necesario? Los otros miembros del jurado suelen ser volubles y, con la promesa o la ensoñación de una futura publicación en la editorial si fueren sumisos, se les compra o se dejan comprar con facilidad. ¡Todo sea por el bien de la cultura!, claro está. Luego, una vez el premiado ha ganado su galardón se le obliga a firmar un contrato en el que renuncia a todos los derechos sobre su obra durante varios años (esto figura normalmente en las bases del certamen). El escritor ha de conformarse con el montante económico que le queda finalmente, una vez descontado el 18% que habrá de abonar a Hacienda y el 15% de lo que quede al agente editorial, en caso de que lo tuviere y que es lo más normal en estos casos. Total, que al autor finalmente le queda sólo 13.940 euros de la totalidad del premio, un suculento montante para un regalo preconcedido de antemano y que, posiblemente, nunca mereció, mientras que la editorial ha hecho el negocio del siglo, editando un libro sin costo alguno y sin derechos de autor y cuya venta producirá beneficios netos, a excepción del coste de distribución, siendo todo, coste y beneficios, abonados y producidos desde la inversión con dinero público, es decir, el que usted, yo y todos los demás pagamos en impuestos. El negocio editorial es redondo; el autor no pone objeciones a la pasta pública regalada y no le importa pisotear su propia dignidad como escritor renunciando a los derechos de la obra porque sabe que, si accede, le vendrán más premios económicos inmerecidos en el futuro y más prestigio que le otorga la editorial en la que edita; los funcionarios de DPX no se cargan de trabajo, sólo reparten entre los miembros del jurado los ejemplares recibidos y poco más; y los políticos tienen sus titulares en prensa y su falso prestigio cuando son fotografiados junto al autor (normalmente de prestigio reconocido también). Todos contentos y orgullosos, mientras en asuntos sociales se niega la ayuda a los verdaderamente necesitados. Esta es la esperpéntica fiesta de la cultura en España, la normalidad extendida entre el chabacano negocio de la intelectualidad. Premio más premio más premio de la geografía española: millones de euros de pasta pública para una élite de privilegiados estafadores. Porque si comprueban las listas de premiados de los distintos certámenes literarios verán que suelen ser los mismos (ahora tú aquí y yo allí, y mañana los mismos pero al revés). Las instituciones públicas de la cultura, por dejación de sus funciones o por pura negligencia, han renunciado a sus deber de servicio público y han entregado, en estos casos, todo el poder y manejo a las editoriales importantes del país.

   Una vez explicado todo esto desearía que se pusieran en el lugar del joven escritor que se presenta una y otra vez a estos certámenes, con costes insufribles, pues presentarte a un premio de novela te puede salir por más de 200 euros y, a pesar de su indiscutible calidad literaria, jamás es tenido en cuenta, de tal modo que ni tan siquiera llega a ser leído en algunas ocasiones. Pónganse en el lugar de los cientos y cientos de autores que se presentan a dicho premio, sin tener la más mínima posibilidad. Piensen en los centenares de miles de euros en papel, en tinta y en costes de envío tirados a la basura en cada certamen. Piensen… y respóndanme si esto no es una flagrante injusticia contra la que el pueblo también debiera alzar la voz, porque yo sí tengo claro que esto sigue siendo así desde hace décadas por culpa de nuestro silencio absoluto. Y si nosotros, los autores, preferimos seguir callando y esperando nuestro turno de efímero cartel en el circo editorial español, es que ya no nos queda ni una pizca de dignidad, ni de integridad alguna.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario