miércoles, 3 de julio de 2013

SECUESTRADO, PRISIONERO E INVISIBLE

   Joaquín cogió su guitarra, se la echó al hombro, y comenzó a caminar en dirección contraria a Huelva. Era la primavera del año 1968 y pocas horas después un Seat 27 lo dejó en Torremolinos. Allí sobrevivió los primeros días tocando rumbas y bulerías entre las mesas de los turistas, luego un grupo flamenco lo fichó para sus espectáculos y al finalizar el verano se fue con ellos a Madrid. Su dominio del compás era genético, lo traía en la sangre desde antes de nacer. Ya su padre tamborileaba con los dedos los distintos palos del flamenco sobre el vientre de su embarazada esposa, de igual forma que él haría años después sobre la mesa de la taberna bajo las atentas miradas de Kirk Douglas y Ava Gardner.
   Ayer estuve con él y, como siempre, me volvió a enseñar el pequeño cartel, ya sepia y arrugado, en el que se le ve tocando su guitarra junto a Lola Flores, Carmen Sevilla, La Polaca, Marisol o Pepa Flores, Antonio “El Bailarín”, El Pescailla y otros músicos y palmeros. Sus ojos siempre brillan un instante al mostrarla, pero pronto cierra los ojos, suspira, dobla el cartel en dos pliegues y vuelve a guardarlo en su bolsillo. Volvió a contarme anécdotas glamorosas sobre sus fiestas con los cineastas americanos; desternillantes como aquella sobre el oro que le regalaba la querida del párroco; inquietantes como la vez que tuvo que pasar la noche bajo una cama en la que se tiraba a una prostituta el comisario más cabrón de todo Madrid. Me habló de una juventud de juergas y desenfreno, pero también de las infinitas horas de soledad en hostales de mala muerte. En esas horas me leía todo lo que caía en mis manos, Francis, sobre todo novelas de vaqueros, me confesó. Tuvo casi tres décadas maravillosas, pero el paso del tiempo es cruel y fue relevado con el tiempo, debido al ímpetu de otros más jóvenes y a la decadencia del flamenco tras la transición. Y volvió a su tierra de nuevo, con algunos ahorrillos con los que se hizo con el traspaso de la taberna La Jangarilla, en la que sonó por primera vez en Huelva los acordes del “Volando voy, volando vengo…” de Camarón. Su taberna se convirtió en punto de encuentro de flamencos, amantes de la libertad y de la marihuana, de los nuevos progresistas de la izquierda naciente y de la vanguardia artística de la ciudad. Aquí Joaquín encontró el amor y concibió a su único hijo. Aquí todo apuntaba al logro de la serenidad ansiada, pero la enfermedad apareció sin compasión y un problema de circulación sanguínea en su cuerpo obligó a los médicos a cortarle una pierna.
   Tras la mutilación su vida cambió radicalmente. Él vivía alquilado en el tercer piso de un edificio sin ascensor, de modo que fue como un ingreso en prisión, condenado a permanecer encerrado en una casa en cuyo balcón se podía leer una pancarta que decía “SECUESTRADO, PRISIONERO E INVISIBLE” y que permaneció colgada durante cuatro años. Así, con letras mayúsculas lo había escrito él. Tuvo que traspasar la taberna para lograr sobrevivir, ya que al no haber cotizado apenas, le quedó una paga no contributiva de 325 euros. La casa carecía de las medidas necesarias para que su silla de ruedas entrase por cualquier puerta, tenía que hacerse sus necesidades encima y luego limpiar sus excrementos su mujer. Los distintos organismos a los que acudió para pedir ayuda y un piso de alquiler social adaptado a sus necesidades le ignoraron y comenzó su lucha. Llegó a estar en huelga de hambre tres veces. A partir del cuarto día sin comer se comienza a pasarlo muy mal y después de veinte tu cerebro deja pensar con lucidez, me ha dicho varias veces. Pero hasta que las televisiones no comenzaron a hablar de su caso, las instituciones ni se inmutaron. Cuatro años duró su sacrificio y su encierro, en los que tuvo hasta emuladores por otras esquinas de España que estaban en su mismo caso. Hasta la BBC inglesa se desplazó a Huelva para entrevistarle. Fue entonces cuando la Junta de Andalucía le prometió una vivienda adecuada, pero le engañaron, le entregaron un dúplex de dos plantas en los que los dormitorios estaban en el piso de arriba, con un ascensor interior que ocupaba casi todo el espacio de una casa sin puertas, ya que con éstas su silla no logra pasar. Apenas 40 metros cuadrados le queda a la familia. Imaginen la nula intimidad.  Hoy Joaquín es un miembro importante de VIA Andalucía, organización que se ocupa de la defensa de los diversos funcionales en nuestra comunidad autónoma.
   Según un estudió de José Chamizo, el exdefensor del pueblo andaluz, en 2003, en Andalucía vivían 320.000 personas condenadas al encierro en sus casas y a la invisibilidad social y en España casi un millón y medio, imagina cuántos debe haber ahora, me decía ayer Joaquín, mientras degustábamos unos vinos en un bar cercano a su casa. Javier y yo habíamos quedado con él para acompañarle a un piso que le ofrece la Junta de Andalucía tras siete años de presiones judiciales, debido a la denuncia impuesta por Joaquín y cuya resolución obliga a dicho organismo y desde hace siete años a entregarle una vivienda de alquiler social adecuada para él. El piso nuevo está muy bien, es perfecto, pero… Yo pagaba 9 euros de alquiler en mi vivienda de renta antigua y ahora a ver lo que me piden, comentó Joaquín. Yo le miré y le dije: Joaquín, a ti lo que te pasa es que estás en el umbral de la victoria y eso quiere decir que ya no tendrás porqué luchar. En realidad tienes miedo porque ahora no sabrás qué hacer. Te otorgan la conquista, pero con la victoria te cortan las alas. ¡Qué cabrón eres!, Francis, me contestó, con una pícara y esplendorosa sonrisa en su rostro. Luego seguimos con las anécdotas de la juventud, tamborileando él con sus dedos en la mesa el compás de la bulería que sonaba en su cabeza. Entre vinos y cervezas sonreímos y fuimos cómplices efímeros... y soñamos despiertos durante unas breves horas…
   Hoy lo he llamado justo antes de escribir este artículo y me ha dicho que ha hecho cuentas y que el nuevo piso le va a salir por casi 400 euros al mes y que quizás sea mejor decir que no y seguir luchando.

A mi amigo Joaquín, con todo mi reconocimiento y admiración.

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