lunes, 18 de marzo de 2013

¡QUÉ BAILE MÁS TRISTE!

   Pues resulta que, en Estados Unidos, se ha puesto de moda identificar las desgracias ajenas con la fiesta colectiva y desenfrenada. Pero esto dicho así suena a majadería, ¿verdad? Como a toda frase que encierra la intención de desvelar lo oculto, le es necesaria la matización. Expliquémonos pues. Hace unos días vi en el telediario una noticia realmente curiosa por estrambótica, pero en la que yo detecto una clara manipulación de cambiar la personalidad emocional de nuestra juventud, o sea, la humanidad en el futuro. La noticia es ciertamente jocosa, incluso ridícula pudiera parecer a algunos. El hecho es que unos reporteros de no sé qué televisión norteamericana tras entrevistar a una afroamericana pobre y desesperada por el incendio de su casa, deciden manipular el video con melodías y ritmos desenfrenados y consiguiendo un curioso efecto de rapeo en la voz de la entrevistada. ¿El resultado? La música anula el mensaje inicial, el ritmo enloquece las piernas y, quieras o no quieras, se impone bailar. Una vez concluido el trabajito lo han colgado en internet y, en cuestión de meses, el vídeo ha traspasado las fronteras internacionales. Millones de visitas diarias colman de dólares la cuenta de los productores. Alucinante. Las imágenes del telediario mostraban a un grupo de universitarios, disfrazados de plátanos, bailando al ritmo enloquecido del experimento dentro de un avión en vuelo. La negra ya no es pobre, ni llora por su casa incinerada. Ahora graba anuncios publicitarios y mantiene con su caché a su representante, mientras su desgracia, entonces irreparable, divierte a los votantes americanos.
   Al parecer no es la primera vez que realizan tal manipulación, ya antes hicieron lo mismo con un conductor que acababa de sufrir un accidente de automóvil. Pero este experimento les ha salido mucho mejor, siempre hay más morbo en un incendio y, además, así se calman las ansias pirómanas de los más rebeldes. Ya saben eso de que la música amansa a las fieras. ¿Qué será lo próximo? ¿Un antiguo pensionista sin pensión al que se le acaba de morir su esposa sin atención médica y sin medicamentos? Porque algo así ya debe ser la hostia, pensarán los universitarios imbéciles del avión. Pero el  problema, señores, es que esos gilipollas no son más que una pequeñísima isla en el creciente mar que hoy ya baila con el dolor de la “negrata”.
   No sé, quizá yo sea un paranoico o delire con los humos de mi habitación, pero a mí esto, más que una moda pasajera para idiotas, me huele a conspiración con una clara intencionalidad. Su intención, la de los señores invisibles que manejan el cotarro y sus monigotes, los políticos que nos gobiernan, es aniquilarnos, mientras los unos se descojonan con las desgracias de los otros. Para ellos, una vez que dejamos de ser productivos, no somos más que deshecho sobrante. ¿Por qué tener que costear un problema, si podemos evitar el problema?, se preguntarán. Y la respuesta es evidente. Nos dejarán pudrirnos en la podredumbre de nuestras miserias. Pero ¿cómo evitar la revuelta social ante el genocidio? Seguro que ya están convencidos de haber hallado la respuesta, al ver a sus hijos bailando en el avión.
   Ya sabe, amigo lector, si en el futuro se le muere un familiar cercano será mejor que no se lo cuente a nadie, no vaya a ser que le dé por bailar, o le graben para que bailen otros.

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